El talento musical del compositor ruso Piotr Ilich Tchaikovsky se manifestó muy pronto, primero en su ciudad natal Vótkinsk y más tarde en San Petersburgo. El fallecimiento de su madre, cuando él tenía 14 años, su temperamento inestable e hipersensible y su cada vez más evidente homosexualidad hicieron de él una persona triste, huraña y desconfiada, y le ocasionaban unos profundos problemas psicológicos que lo sumían en la desesperanza. Entre sus obras más conocidas se encuentran los ballets El lago de los cisnes y El Cascanueces, la ópera Eugene Onegin, las Sinfonías Cuarta, Quinta y Sexta y los Conciertos para violín y para piano. Pero pocos aficionados conocen la belleza de la música de cámara, para piano, coral y las canciones de un genio inclasificable y fuera de lo común. Todo un caudal creador con el que no lograba evitar las crisis recurrentes en su vida personal.
Tchaikovsky es una de las personalidades más criticadas de toda la historia de la música. Por un lado, algunos lo atacan por su sentimentalismo, el de un neurótico depresivo extremadamente problemático. Por otro lado, Balakirev, Mussorgsky, Borodin, Cui y Rimsky-Korsakov lo veían como un conservador que componía sinfonías al estilo clásico y renegaba abiertamente del orientalismo que impregnaba las obras del Grupo de los Cinco de San Petersburgo. En efecto, Tchaikovsky se había diplomado en el Conservatorio y se amoldaba a la tradición centroeuropea. Pero tenía algo que muchas veces le faltaba al Grupo de los Cinco: la capacidad ilimitada de crear melodías bellas y sensuales. Ese talento es el principal atractivo de Tchaikovsky, el que le hizo famoso en el mundo entero. Mal que les pese a sus detractores rusos, esas melodías era de un tipo indiscutiblemente ruso, de alma doliente, introspectiva, atormentada y melancólica. Como la de los personajes del teatro de Chejov y las novelas de Dostoyevsky. Como su propio yo, el yo de Tchaikovsky.
Este estilo personal, ni abiertamente germánico ni abiertamente nacionalista, aunque siempre ruso y sentimental, puede verse con claridad en muchas de sus obras, como en el Vals sentimental que abre las Seis Piezas, op. 51 que compuso en 1882. En aquel año, el editor de la revista Nuvellist de San Petersburgo, Nikolay Bernard, envió una carta a Tchaikovsky pidiéndole que compusiera para su revista -a petición de los suscriptores-, seis piezas para piano. En caso de aceptar el encargo, cuatro de las piezas debían tener como títulos Nocturno, Sueños, Vals de Salón y Danza Rusa. El compositor compuso las piezas entre agosto y septiembre de 1882, aunque de los títulos sugeridos Tchaikovsky sólo utilizó uno, Vals de Salón, que se publicó como el primer número, siendo la sexta pieza este Valse Sentimentale para piano solo en fa menor op. 51 núm. 6. Un vals, la danza centroeuropea más popular de aquel tiempo. El interpretado hoy por Vadim Repin al violín a compañado al piano por Itmar Golan.