Hacia mediados del siglo XVII, mientras la viola da gamba seguía desarrollandose en Inglaterra, Alemania y Francia, el violonchelo como instrumento solista se había impuesto ya en Italia, sobre todo en Bolonia, un importante núcleo cultural que albergaba a una de las universidades más importantes de Europa y a dos instituciones musicales de las que salieron los primeros violonchelistas, la Basílica de San Petronio y la Academia Filarmónica. La expansión del violonchelo desde Bolonia hacia otros centros musicales italianos dio lugar a la creación de una escuela de intérpretes conocida por sus contemporáneos como estilo italiano, caracterizado por su gran dominio técnico, el gusto por la melodía y la permanente atención a la innovación.
Uno de los pocos métodos de enseñanza de violonchelo que se conocen es el Principij da imparare a suonare il Violoncello e con 12 Toccate a solo de Francesco Paolo Supriano, un compendio de obras de aparente sencillez aunque de elevada calidad musical y pedagógica del que se considera el responsable de la aparición de un repertorio solista, independizando el violonchello del acompañamiento de voz y de otros instrumentos.
Parece ser que la entrada del violonchelo en España tuvo lugar a través de los músicos que acompañaron a Antonio Caldara a Barcelona durante la Guerra de Sucesión, como músicos de cámara del Archiduque Carlos de Habsburgo, uno de los dos pretendientes al trono español después de la muerte sin descendencia de Carlos II el hechizado. Este hecho justifica la presencia en España de un compositor napolitano, Francesco Paolo Supriano, nombrado en 1708 primer violoncello de la Real Capilla de Barcelona, fundada pocas fechas antes por el violinista Giuseppe Porsile para el Archiduque, bajo cuyo servicio estuvo dos años para después regresar a Italia. El contrato de Supriano es el primer documento español en el que se encuentra el término italiano violoncello.
Sesenta años después de la firma de aquel contrato llegaría a España el que sin duda fue el más grande violonchelista de su tiempo, Luigi Boccherini, que permanecería en la corte de Madrid casi cuarenta años. Dicen los entendidos que fue posiblemente la gigantesca presencia de Boccherini la que ensombreció la figuras de otros violonchelistas, sean españoles como Pablo Vidal o José Zayas, o italianos, como Giuseppe Antonio Paganelli, Domingo Porretti o el propio Francesco Paolo Supriano. Tarea de alumbramiento que corresponde asumir a los actuales interpretes del instrumento, como Josetxu Obregón, Daniel Oyarzabal y Diana Vinagre de La Ritirata, que interpretan la primera de aquellas toccatas de Supriano.