Classical

Sinfonía nº 9, 4º movimiento. Ludwig van Beethoven

Es la única composición musical de la historia declarada por la UNESCO, patrimonio de la humanidad.

Después de una época luminosa por el triunfo de su única ópera, Fidelio, en 1815 comienza para Beethoven una de las etapas más tristes de su vida. En ese año, Beethoven comenzó un largo pleito por la tutela de su sobrino Kart contra la viuda de su hermano, que en su testamento había nombrado a Beethoven tutor del joven. También mantuvo otro pleito, esta vez contra los herederos del fallecido príncipe Lobkowitz, y vio morir a otro de sus queridos protectores, el príncipe Lichnowsky. Las deudas, por otra parte, le asediaban. Sordo y avejentado, nadie pensaba que Beethoven volvería a componer nada del nivel de la Quinta o la Séptima Sinfonía.

Sin embargo, dos años después emprendió la composición de una gran sinfonía, revolucionaria en su tiempo por la inclusión de una parte coral en su último movimiento sobre un texto de 1785 de uno de sus poetas preferidos, Friedrich Schiller, An die Freude, al que todos conocemos como Oda a la alegría. La idea de Schiller era que este himno se cantase en las logias masónicas a las que pertenecían los miembros de la familia amiga de los Kooner de Dresde. De la maduración e importancia de la que posiblemente sea la sinfonía más interpretada de Beethoven basta decir que la obra ocupó a su autor desde 1793, en el que sintió la primera necesidad de poner música al poema, hasta 1824, prácticamente toda la vida artística de Beethoven.

El poema incluye un mensaje progresista que cuestiona el poder arbitrario ejercido por las monarquías absolutas del antiguo régimen, y propugna la igualdad y la hermandad entre todos los hombres. En definitiva, la Novena Sinfonía proclama el nacimiento de una nueva era, vislumbrada ya en la Tercera Sinfonía, Heroica. Por entonces, Beethoven confiaba en el triunfo definitivo de la burguesía liberal que aplaudía sus últimas composiciones. De ahí su interés por el pronunciamiento de Rafael de Riego de 1820, cuando el oficial, al mando del 2º batallón asturiano destinado a sofocar la sublevación de las provincias de Ultramar, se sublevó en Las Cabezas de San Juan e impuso al rey la Constitución liberal de Cádiz de 1812.

En el cuarto y último movimiento de la Novena Sinfonía, el majestuoso adagio molto Cantábile, Beethoven introduce la melodía que lo había obsesionado desde su juventud, un tema donde el compositor, mediante la sucesión de tonos graves y agudos, da a conocer la lucha entre los contrarios tan propio del Romanticismo que acaba superándose al final en el Himno a la alegría. Adaptado por Herbert von Karajan, es el himno de la Unión Europea desde 1972, y es la única composición musical de la historia declarada por la UNESCO, patrimonio de la humanidad.

Cuando la Novena Sinfonía fue ejecutada por primera vez, dirigiendo coro y orquesta se encontraba un Beethoven completamente sordo. Al terminar, lloró impotente por no pudo oír los aplausos y vítores del público eufórico que llenaba el Kärtnertor-theater de Viena la noche del 7 de mayo de 1824.