Desde de terminar sus estudios, Dvorak tuvo que sufrir doce años de penalidades económicas y ausencia de encargos. Doce años en los que, sin embargo, escribiría gran cantidad de obras, muchas de las cuales el propio autor destruiría después. Pero en el año 1873 le llegó el éxito. Gracias a Himno, obra basada en el poema Los herederos de la montaña blanca de Hálek -uno de los fundadores de la poesía moderna checa-, Dvorak pudo empezar a estrenar sus obras. Dos años después sus ingresos se verían fortalecidos por la subvención anual concedida por el gobierno austriaco para artistas checos con proyección.
Fue entonces cuando Brahms lo llevó a su editor Simrock y éste se entusiasmó con la obra de Antonín Dvorak. La primera sinfonía que se le publicó fue la nº 6 que recibió la numeración de Primera Sinfonía en 1881. Cuatro años después se publicó su siguiente sinfonía, la Sinfonía nº 7, como la nº 2. Y después, el compositor quiso publicar la Sinfonía nº 5, su favorita desde que la había compuesto, pero quería considerarla como la nº 4, porque había desechado su Primera Sinfonía por inmadura. Pero el editor prefería continuar con la secuencia numérica por cuestiones comerciales, de forma que la Quinta Sinfonía terminó siendo la Sinfonía nº 3. Posteriormente, la Sinfonía nº 8 fue considerada durante muchos años la no. 4. Y la famosa Del Nuevo Mundo es la nº 9, ¿verdad? Pues durante muchos años fue considerada la Quinta…
… de tal forma que no debe extrañar que en algunos discos antiguos que tengamos por casa la Novena Sinfonía aparezca como la Quinta, la Octava como la Cuarta y la Séptima como la Segunda.