Classical

Rusalka, El Himno a la Luna. Antonín Dvorak

Poco conocida en España, forma parte del catálogo que presentan los teatros más importantes del mundo.

Después de su estancia en Estados Unidos, no puede decirse que la producción creativa de Dvorák se incrementara sustancialmente, salvo su ópera Rusalka. Así pues, Dvorák terminaría sus días en su añorado y querido viejo mundo siguiendo la máxima con la que se había definido durante toda su vida sólo soy un simple músico bohemio. No dudaba en reconocer que prefería la cerveza tipo Pilsen antes que cualquier otro licorucho occidental, despreocupado de si se estrenaban o no sus obras, aún siendo todo un doctor por la Universidad de Cambridge. La sensación de Antonin Dvorak (1843-1904) sentirse de nuevo en casa seguro y despreocupado es en donde reside la autenticidad y la fuerza de Dvorák reside en la naturalidad estética de sus acciones, en la frescura noble de su intención y su misión como artista.

Las rusalki son unas legendarias figuras de los cuentos de hadas de la tradición oral del Polesie, una región que abarca un amplio marco geográfico de varias provincias de Bielorrusia, Ucrania, Polonia y Rusia. La primera aparición de las rusalki en la literatura europea se debe a un largo romance escrito en prosa por Jean d'Arras en 1394 bajo el título Roman de Mélusine de la Chronique de Melusine. Basado en tradiciones orales, Melusine era una ninfa acuática con cola de serpiente que se casó con un mortal y de manera sobrenatural, cuenta el romance, influyó sobre el crecimiento espectacular y posterior caída de la casa francesa de Lusignan. Llámese Ninfa, Ondina, Melusina, Rusalka o Sirena, las doncellas acuáticas son espíritus elementales con cuerpo y sangre que las une al mundo de los hombres, pero con ausencia de alma, lo que las une al mundo de lo sobrenatural. Como La Sirenita de Hans Christian Andersen, su anhelo consiste en convertirse en humanas y poder amar, pese al dolor y la muerte. En ese cuento del danés Andersen se inspiró vagamente Jaroslav Kvapil para escribir, en 1899, Rusalka, un bello cuento sin saber si alguien le pondría música.

Junto con La novia vendida de Bedrich Smetana, Rusalka -opera de tres actos estrenada en 1901-, es la ópera más conocida y querida del teatro lírico checo. Antiguo motivo de las leyendas nórdicas muy estimado por el romanticismo y musicalmente muy bella, pues recoge las melodías tradicionales checas en sus baladas, canciones y danzas, con base en el leitmotiv wagneriano sobre las relaciones, no siempre armónicas del hombre con la naturaleza.

El extracto más famoso de Rusalka es el aria El Himno a la Luna que dice así:

Mĕsíčku na nebi hlubokém,
Svĕtlo tvé daleko vidi,
Po svĕtĕ bloudíš širokém,
Díváš se příbytky lidí,
Mĕsíčku postůj chvíli,
Řekni mi, kde je můj milý ?
Řekni mu, stříbrný mĕsíčku,
Mé že jej objímá rámě,
Aby si alespoň chviličku,
Vzpomenul ve snĕní na mne,
Zasvět’ mu do daleka, zasvět' mu,
Řekni mu, řekni, kdo tu naň čeká,
O mněli duše lidská sní,
At’ se tou vzpomínkou vzbudíl,
Mĕsíčku, nezhasni, nezhasni,
Mĕsíčku, nezhasni, nezhasni.
 
Pequeña Luna que desde lo alto en el cielo,
Tu luz ilumina todo,
Y vagas por la superficie de la Tierra,
Bañando con tu mirada el hogar de los hombres.
Detente un momento,
Dime, ¿dónde está mi amor?
Dime, Luna plateada,
Que es mi brazo quien lo abraza,
Para que se acuerde de mi
Al menos un instante.
Y dile que yo espero,
Iluminalo todo, desde lejos,
Y si aparece en un sueño para el alma humana,
¡Oren para que se despierte con este recuerdo!
¡Luna, no te escondas, no te escondas,
Luna, no te escondas más!