Después de un temprano concierto fechado entorno a 1790 de factura dieciochesca, la evolución de Beethoven desemboca en 1806 en el Concierto en Re mayor, op. 61, obra clave de todo el repertorio violinístico.
Entre ambas fechas, el maestro de Bonn se dedicó a sondear intensamente las posibilidades del instrumento, un camino que lo llevaría a la perfección, con obras como sus magistrales Sonatas para violín y piano Primavera y A Kreutzer –además de otras siete-.
Aunque también produjo algunos trabajos de circunstancia, todavía a caballo con el mundo del dieciocho, clásico, mozartiano, como son las Romanzas para violín y orquesta op. 40 y 50 que, escritas con marcada gracia y levedad, tienen la misma factura en forma de rondó mozartiano, carácter elegante y nostálgico y tono intimista.