Tras la realización de La Bohème, Giácomo Puccini emprendió un antiguo proyecto procedente de los años de la composición de Edgar, la reelaboración operística del drama La Tosca que el dramaturgo Victorien Sardou había escrito para la gran actriz Sarah Bernhardt. De todas las óperas de Puccini, ésta fue sin duda la que tuvo una historia más repleta de discusiones y controversias entre el compositor, los libretistas y el editor. Por un lado, el autor exigía para la confección del libreto una gran disciplina para no desvirtuar el original. Los famosos libretistas Giuseppe Giacosa y Luigi Illica, que ya había trabajado con Puccini en el libreto de La Bohème, dudaban de las cualidades dramáticas de la pieza original, y señalaban al editor, Giulio Ricordi, la ausencia de poesía y la escasa evolución de sentimientos presentados por el drama de Sardou. Por su parte, al editor Giulio Ricordi jamás llegó a gustarle el tercer acto de la ópera.
Gracias a la supervisión constante de Giacomo Puccini, el libreto fue reducido de cinco a tres actos, se redujo también la cantidad de personajes y se suprimieron todas las acciones secundarias que podrían influir negativamente en la trama central. Se llegó a una concisión tal que la ópera quedó perfecta tanto por su relevancia musical como por su fuerza teatral en cuanto que respeta la antigua regla de las tres unidades del teatro clásico: unidad de tiempo - la acción transcurre en menos de las veinticuatro horas establecidas-, unidad de lugar – la obra transcurre en lugares muy próximos y conocidos de la ciudad de Roma-, y unidad de acción - el drama gira en torno a un único argumento sin que existan acciones que compliquen la trama-.
La acción transcurre entre el mediodía del diecisiete y la madrugada del dieciocho de junio de 1800. Hacía poco que parte de Italia había estado ocupada por las tropas francesas que portaban y difundían los nuevos ideales de igualdad, fraternidad y libertad surgidos de la Revolución Francesa. En medio de esta corriente liberal se crearon en Roma y Nápoles dos repúblicas, la Romana y la Partenopea, que suponían una amenaza contra los privilegios de nobles y eclesiásticos. Al poco tiempo de retirarse las tropas francesas hacia el norte de Italia en 1799, Fernando IV había recuperado el poder en Nápoles y colaboraba con los Estados Pontificios en la implacable persecución de los responsables y seguidores de las desaparecidas repúblicas. En este contexto, Scarpia, jefe de la policía del Papa de Roma, un profesional de la tortura que disfruta con el dolor ajeno, se dedica a detener y ejecutar a los responsables del extinto régimen republicano.
En ese corto lapso de tiempo de menos de veinticuatro horas, Puccini retrata toda una época, toda una sociedad y describe a cada personaje con detalle. En Tosca, los personajes dejan testimonio del proceso político, un juego de poderes y ambiciones que arrastra la conducta de los personajes y los transforma en arquetipos. Podemos afirmar que Tosca es la pequeña historia en la que se inscribe la gran historia de la humanidad, con sus dudas y sus engaños, un drama en el que todos los personajes son víctimas y verdugos que obran en un circulo de conflictos que no se detiene hasta que quedan atrapados y mueren. A pesar de la crudeza de los hechos, que en un principio llegaron a escandalizar al público, Tosca sigue siendo una de las obras más representadas del compositor, además de ser una pieza indiscutible dentro del repertorio habitual de los teatros líricos de todo el mundo.
La ópera comienza en el interior de la iglesia romana de Sant ́Andrea della Valle, que sirve para introducir Recóndita Armonía, la primera aria del tenor que aparece como una reflexión entre el misterio del arte y la belleza de la mujer amada, mientras transmite la plácida situación en la que se encuentra el pintor Mario Caravadossi, representado en este ensayo por el tenor de moda, Jonas Kaufmann.