Los orígenes de Claude Debussy eran modestos. Su padre un dependiente que siendo soldado se adhirió a la Comuna de París y su madre cocinera. Una hermana de su padre fue quien lo introdujo en el mundo de la música.
En las décadas finales del siglo XIX la pintura difuminaba sus líneas para alcanzar la impresión y la música perdía la claridad de la armonía tradicional, para ir cayendo en una vaguedad tonal, que años más tarde conduciría a la disolución de los términos clásicos de melodía, armonía y contrapunto. Claude Debussy fue el creador de esas tendencias y está considerado el primer músico del impresionismo. He decidido escribir un trabajo con un color especial, recreando tantas sensaciones como sea posible, dijo. En aquella época todos los artistas intentaban difuminar las fronteras que existían entre las artes y los escritores buscaban trasladar a la literatura los efectos de la música y su poder para trasmitir significados y sentimientos profundos.
De este modo, en 1865 el poeta Stéphane Mallarmé escribió la primera versión de La siesta de un Fauno y en 1884 el joven Debussy escribió una canción utilizando el poema de Mallarmé, quien para entonces estaba considerado ya como el más grande poeta experimental de Francia. La obra se estrenó en septiembre de 1894 y entusiasmó por su osadía sin precedentes. El propio Debussy nos describe el argumento de su obra a través de lo que escribió en las notas al programa, La música de este Preludio constituye una ilustración muy libre de un hermoso poema de Mallarmé. De ningún modo pretende ser una síntesis de éste último. Se trata, más bien, de las escenas sucesivas a través de las cuales pasan los deseos y los sueños del Fauno, en el calor de su siesta. Luego, cansado de perseguir el tímido vuelo de las ninfas y las náyades, sucumbe a un sueño embriagador, en el que por último puede realizar sus sueños de posesión de la naturaleza universal.