O mio babbino caro es una de las arias más ejecutadas por las sopranos en los recitales de ópera, una música que siempre aparece en los discos recopilatorios, un recurso cuantiosamente utilizada por el cine y la publicidad. Sin embargo, la ópera a la que pertenece, Gianni Schicchi, es una de las óperas menos conocida de Puccini. Y aún menos conocido es la obra completa en la que se integra esta ópera cómica en un solo acto que, junto con otras dos de corta duración – Il Tabarro y Suor Angelica-, forman parte del famoso Il Trittico de Puccini.
Una vez que se había consagrado con La Bohème, Tosca, Madame Butterfly y La Fanciulla del West, Puccini realizó un giro compositivo que más tarde se mostraría plenamente en Il Trittico, las tres óperas en un acto que son el resultado de la nueva orientación musical y dramática del compositor de Lucca. Pero aunque Puccini concibió Il Trittico como un conjunto homogéneo de tres óperas cortas complementarias, en la práctica se apreciaban pocas conexiones entre ellas. Il Tabarro fue criticada por su fragmentación musical; a la pieza preferida de Puccini en la trilogía, Suor Angelica, se le reprochaba su carencia de voces masculinas. Sin embargo, todos los críticos estuvieron de acuerdo en que la tercera ópera, Gianni Schicchi, era una obra maestra a la que nada, por primera vez en su carrera, había que reprochar.
Con Gianni Schicchi, Puccini había creado algo nuevo. Después de la Primera Guerra Mudial que dejó destrozada a Italia, Gianni Schicchi representó un aire nuevo en la ópera italiana después de los experimentos franceses –La Rondine-, japoneses –Madame Butterfly- y americanos - La Fanciula del West-. Por primera vez en mucho tiempo, Puccini representaba en una de sus óperas a las gentes, el carácter, los acentos italianos. Por primera vez en mucho tiempo, Puccini representaba a Italia.
La acción de Gianni Schicchi trascurre en la esplendorosa Florencia del Quattrocento y su libreto está basado en la historia del artero florentino del siglo XIII Gianni Schicchi, y relatada en en el Canto XXX del Infierno de la Divina Comedia de Dante, icono cultural italiano por excelencia. Pasaje ciertamente corto, pero que en el siglo XIV tuvo un comentario anónimo más extenso, del que sacó mucho partido el astuto e ingenioso libretista Giovacchino Forzano. La trama se desenvuelve alrededor de un testamento ya redactado, una suplantación de identidad y un final gracioso y ocurrente. Algo ilícito, mucha hipocresía, algo de celos y tenemos la comedia de enredo perfecta, con algo tan empleado en todos los tiempos. Ahora sí, la letra de una de las arias más ejecutadas por las sopranos en los recitales de ópera que dice así:
O mio babbino caro
Mi piace è bello, bello
Vo’ andare in Porta Rossa
a comperar l’anello!
Sì, sì, ci voglio andare!
e se l’amassi indarno,
andrei sul Ponte Vecchio,
ma per buttarmi in Arno!
Mi struggo e mi tormento!
O Dio, vorrei morir!
Babbo, pietà, pietà!
Babbo, pietà, pietà!
Oh mi papaíto querido
Me gusta, es bello, bello
¡Iré a Porta Rossa
a comprar el anillo!
¡Sí, sí, allí quiero ir!
¡Y si le amase en vano,
iría sobre el Ponte Vecchio
pero para arrojarme al Arno!
¡Me angustio y me atormento!
¡Oh Dios, quisiera morir!
¡Papá, piedad, piedad!
¡Papá, piedad, piedad!