El Imperio otomano fue el primer estado de Europa en contar con una banda de música militar permanente, la Mehterhané. La Mehter era una unidad del cuerpo de élite de los jenízaros, fieros guerreros del sultán que disponían de un conjunto instrumental que lo acompañaba y al tocar simbolizara el enorme poder de la Sublime Puerta. Con el tiempo, cada cuerpo del ejército otomano dispuso de su propia Mehterhané. La Mehterhané incluía tambores, chirimías, clarinetes, triángulos, platillos, crótalos, timbales y bombos. Los otomanos fueron también los primeros en utilizar la banda militar en medio de las batallas con fin de estimular el espíritu de combate y amedrentar al enemigo con sus vibrantes candencias, motivo suficiente que explica que la influencia de la Mehter en la música militar europea durase hasta bien entrado el siglo XIX.
Esta música alla turca, tuvo también una notable influencia en compositores tan conocidos como Gluck, -El peregrino de La Meca, Ifigenia en Táuride-, Mozart -Marcha de los Jenízaros de El rapto del serrallo, Rondó alla turca de la sonata para piano K. 331-, o Beethoven, como bien puede comprobarse en el finale de su Novena sinfonía o la Marcha turca de Las ruinas de Atenas que hoy os traemos a Loff.it.
Las ruinas de Atenas Op. 113 fue compuesta en 1811 por encargo de Federico Guillermo III de Prusia para la obra homónima del dramaturgo alemán August Friedrich Ferdinand von Kotzebue, estrenada el 10 de febrero de 1812. Quizás su movimiento más conocido sea la Marcha turca de la que Beethoven realizaría un arreglo para piano a cuatro manos una década después. Sin embargo, el tema había sido extraído 6 Variaciones sobre un tema original, en Re mayor Op. 76, compuesto en 1809. En cualquier caso, la influencia de las marchas alla turca y de Beethoven continuó, como puede verse en el Capriccio alla turca y la Fantasía compuestas por Franz Liszt sobre esta música incidental o la nueva versión de la obra compuesta por Richard Strauss en la segunda década del siglo XX.