Haydn fue uno de los compositores más prolíficos del siglo XVIII y quien llevó la sinfonía, de las que escribió 104, a las más altas cotas de la exquisitez. De hecho, no en vano se le reconoce como El Padre de la Sinfonía. Pero también fue un prolijo compositor de obras concertantes, innumerables sonatas, 68 cuartetos de cuerda, dos excelentes conciertos para corno, un concierto para flauta, un atribuido concierto para oboe, dos magníficos conciertos para cello, el mejor y más popular concierto para trompeta creado jamás, además de dos grandes oratorios, tríos para piano, piezas de cámara, óperas y obras religiosas. Gran parte de su fama se la debe a que durante gran parte de su vida fue el músico de cámara de la acaudalada familia austrohúngara Esterhàzy, verdaderos amantes de la música. Hacia 1780 la popularidad de Haydn se extendía por toda Europa, admiración que compartían entusiasmados los ilustrados españoles. El compositor, ya liberado de la obligación de trabajar exclusivamente para la familia, comenzó a componer una buena colección de obras de encargo, entre las que se encuentra las Siete Últimas Palabras de Nuestro Salvador en la Cruz escritas por encargo del canónigo de Cádiz, Don José Sáenz de Santamaría para el Oratorio de la Santa Cueva de Iglesia del Rosario de Cádiz.
La obra estaba destinada al ejercicio de las Tres Horas, una práctica religiosa originaria de las misiones jesuíticas del Perú y extendida desde mediados del siglo XVII en Hispanoamérica y posteriormente en España. Tenía lugar el Viernes Santo entre las doce y las tres de la tarde, rememorando las Siete Palabras, la denominación convencional de las siete últimas frases que Jesús pronunció en el trascurso de la crucifixión tal como se recogen en los Evangelios canónicos. En Cádiz se tienen noticias de esta práctica hacia 1730, según las crónicas que cuentan cómo en un lugar conocido como Campo del Sur, se reunía una piadosa congregación de hombres de gran espíritu, que a medianoche y durante tres horas practicaban los ejercicios de la Pasión del Señor, llamados de la Madre Antigua. La nocturnidad del acto y lo apartado del lugar provocó que el Obispo obligase a trasladar estos oficios al centro de la ciudad, a una cueva subterránea acondicionada como oratorio unos años después.
Nacido en Veracruz, México, José Sáenz de Santamaría era hijo de un rico comerciante español que al regresar a España se estableció en Cádiz. Santamaría se ordenó sacerdote, estuvo algunos años en Madrid, y hacia 1766 regresó a Cádiz, haciéndose cargo de los ya por entonces muy numerosos congregantes de la Santa Cueva. Además de sacerdote, tras la muerte de su padre Santamaría había heredado el título de marqués de Valde-Íñigo y una cuantiosa fortuna, hecho que explica que para enriquecer sus cultos construyese una suntuosa capilla encima de la Santa Cueva -obra que encomendó a Torcuato Benjumea, el arquitecto más famoso de la ciudad-, la decorase con cuadros de Francisco de Goya -el más importante pintor de la época- y promoviese el encargo de un oratorio al compositor más afamado de Europa.
Existen cuatro versiones de esta obra. Haydn probablemente la escribió en 1786 y al año siguiente publicó la obra en tres versiones, una primera para orquesta de cuerda, una segunda para cuarteto de cuerda, y una más para piano. La primera sería la que Haydn envió a Cádiz, donde se estrenaría en la Semana Santa de 1786, acogida con gran amor por los solicitantes. El mismo año la transformó en un oratorio para coro y orquesta, compuesta utilizando frases tomadas de los evangelios para celebrar la muerte de Cristo. La bella composición se basa en una melodía austera y dolorosamente expresiva, muy efectista en la línea del ceremonial sagrado para el que fue creada. En esta ocasión os dejamos con la Introducción de las Siete Palabras, interpretada por el cuarteto británico The Navarra String Quartet.