Classical

La Precieuse. Fritz Kreisler

Las piezas de Kreisler al estilo de los viejos maestros han enriquecido el repertorio del violín y siguen presentes en las salas de concierto.

Los comienzos del siglo XIX quedaron marcados por la aparición del violinista y compositor italiano Nicolò Paganini, el que está considerado como el mejor violinista de todos los tiempos porque sus composiciones exploraron y ampliaron la gama de recursos y posibilidades técnicas del instrumento. Posteriormente, el violinista y compositor húngaro Joseph Joachim, autor de tres conciertos para violín y orquesta, oberturas, y diversas transcripciones entre las que destacan las de los conciertos de Beethoven y Brahms, también fue considerado uno de los mejores intérpretes de su época. Cuando Joachim se hallaba a mitad de su carrera apareció el navarro Pablo de Sarasate, que ganó todos los premios como niño prodigio y que de adulto, con su vibrato más amplio de lo habitual, representó el ideal del virtuoso violinista. A esta estirpe le siguieron Eugene Ysaye, Jan Kubelik y Fritz Kreisler, el mejor violinista del mundo en los tiempos de la Primera Guerra Mundial.

Aunque Fritz Kreisler nació en Austria en 1875 se le considera norteamericano, pues como todo judío que pudo hacerlo, en 1939 se marchó a Estados Unidos y abrazó esa nacionalidad hasta su muerte en 1962. A los cuatro años Kreisler comenzó a estudiar el violín con su padre, y con tan solo siete años ingresó en el Conservatorio de Viena. Desde pequeño Kreisler demostró una capacidad innata para interpretar con aparente facilidad las piezas más complicadas y cuando ya era un violinista de fama mundial destacaban la elegancia de su arco, la gracia y el encanto de su fraseo, la vitalidad y audacia de su ritmo y su tono de dulzura indescriptible. Además de interpretar, Kreisler también demostró tener una gran habilidad para la composición musical.

Entre sus obras destacan diversas piezas de salón, operetas, piezas dodecafónicas y seriales. Sin embargo, sus obras más conocidas son las piezas que en un principio Kreisler presentaba como transcripciones de manuscritos de compositores del pasado, verdaderas obras de arte que en ocasiones no eran más que divertimentos a la manera de… En 1935, el propio Kreisler confesó que durante treinta años confundió a sus contemporáneos atribuyendo sus propias composiciones a eminentes músicos. Entre otras, esto ocurrió con el Allegretto de Luigi Boccherini, un Menuett de Nicola Porpora, el Andantino del padre Martini, todo un Concierto para violín de Vivaldi y la Aubade Provençale, la Chanson Louis XIII y Pavana, y La Précieuse de Louis Couperin, pieza esta última que hoy nos trae el violinista noruego Henning Kraggerud -con el famoso violin Kriesler Bergonzi de 1735- acompañado por la Oslo Camerata. Engaño que sólo fue posible por lo poco que se sabía de la música barroca con anterioridad a la Segunda Guerra Mundial…y porque Kreisler tuvo la habilidad de crear obras que presentaban todas las características de esa escuela.