Classical

La Pasión según San Mateo, Erbarme dich, mein Gott. J.S. Bach

Un aria magistral del maestro de Leipzig y una de las cumbres indiscutibles de la historia de la música clásica.

Es sobradamente conocido que cuando Bach comenzó a trabajar como cantor de Santo Tomás de Leipzig (1723-1750), el contrato le exigía una cantata para cada domingo del año. Sin embargo, en determinados periodos litúrgicos, la iglesia luterana prohibía interpretar música, tiempo que Bach aprovechaba en componer obras más complejas, una de las cuáles es La Pasión según San Mateo. Compuesta durante la Cuaresma de 1727, La Pasión según San Mateo se estrenó en la iglesia de Santo Tomás de Leipzig, como no debía ser de otra forma, el Viernes Santo de 1727 del mismo año.

El aria nº 39 de La Pasión según San Mateo BW244, Erbarme dich mein gott –Apiádate de mí, Dios Mío- es uno de esos ejemplos de la capacidad que tiene la música para emocionar. Desde el principio. Antes de que la contralto abra la boca y comience a cantar, el violín y la orquesta nos trasladan a un ambiente de extraordinario recogimiento y nos dirigen, poco a poco, sin prisas, a la espera de la voz que inicia la humilde plegaria, Ten piedad de mí, Dios mío. Una sensación de fuerza sorprendente a la que Johann Sebastian Bach, hombre profundamente religioso, nos lleva con extraordinaria maestría.

En contraposición al Oratorio católico cantado en latín, la Pasión Protestante se cantaba en idioma vernáculo, por lo que todos los participante conocían el significado del texto que se adecuaba a la música. Acentuando la soledad y la agonía del llanto, elevando los ojos hacia el cielo y bajándolos súbita y amargamente hacia el suelo, con este aria podemos sentir la fuerza de la desesperación, el lamento y la súplica. Belleza en estado puro y una forma sublime de implorar piedad y obtener el perdón divino en este periodo de Cuaresma.

Erbarme dich, mein Gott,
Um meiner Zähren willen.
Schaue hier,
Herz und Auge
Weint vor dir bitterlich.
Erbarme dich!
 
Ten piedad de mí, Dios mío,
advierte mi llanto.
Mira mi corazón,
mis ojos que lloran
amargamente ante Ti.
¡Ten piedad de mí!