Et Incarnatus est, Sexta Misa Latina. Franz Schubert. 1
Classical

Et Incarnatus est, Sexta Misa Latina. Franz Schubert

El autor compuso cuarenta composiciones sacras, a pesar de su deísmo ilustrado.

Schubert comenzó su Sexta Misa Latina en mi bemol mayor D950 en la primavera o principios del verano de 1828 y la terminó poco antes de su muerte en noviembre. Dirigido por su hermano Ferdinand, se estrenó el 4 de octubre 1829 en la Iglesia de la Trinidad de Alsergrund, Viena, aunque no fue publicada hasta 1865 a instancias de Johannes Brahms.

Franz Schubert (1797-1828) produjo más música sagrada de lo que cabría esperar de alguien cuya actitud hacia la iglesia estaba lejos de ser ortodoxa. Sin embargo, la música litúrgica estaba considerada como un vehículo muy importante en el camino de la consagración de un compositor, así que Schubert produjo unas cuarenta composiciones sacras. La mayoría de estas son piezas cortas, pero en su catálogo se incluyen seis grandes misas latinas, una misa alemana, un Stabat Mater y casi dos tercios de lo que iba a ser un oratorio en tres actos, que dejó incompleto. También, cuatro meses antes de su muerte compuso algo bastante inusual para su tiempo, el Salmo 92 en hebreo, a petición de la Sinagoga Nueva de Viena.

En 1827, un viejo amigo de Schubert, Michael Leitermayer, había sido nombrado maestro de capilla de la Iglesia de la Trinidad, iglesia vienesa de notable significación musical pues el 29 de marzo de ese año se había celebrado el multitudinario funeral de Beethoven y el 2 de septiembre, se había vuelto a colocar la campana mayor de la iglesia, acto solemne para el cual Schubert había compuesto su motete Glaube, Hoffnung und Liebe -Fe, Esperanza y Caridad-. No todos los musicólogos están de acuerdo en que la Sexta Gran Misa fuera un encargo de su amigo Leitermayer. Su duración, alrededor de una hora, parece demasiado para el uso litúrgico normal.

En cualquier caso, en el Et Incarnatus est, un andante de noble y profunda melodía, Shubert utiliza sus extraordinarias dotes líricas. Los solistas hacen su primera aparición. Un tenor canta la melodía, luego se le une otro tenor, y luego a ambos se les une soprano. Finalmente el coro entra con Crucifixus, con un fortissimo de gran contraste dinámico y orquestación, hasta que la la soprano y los dos tenores vuelven, y luego, de nuevo, el coro.