Compuesta entre las óperas Der Rosenkavalier y la versión definitiva de Ariana auf Naxos, Eine Alpensinfonie -Sinfonía Alpina- es el último gran poema sinfónico de Richard Strauss antes de dedicarse a cultivar un género de forma mucho menos convencional, la ópera. Escrita con una brillante instrumentación para una orquesta que supera la centena de músicos, Strauss plantea esta sinfonía –que de sinfonía tiene poco- como un extraordinario canto a la naturaleza que consigue a través de una brillante instrumentación escrita para una gran orquesta sinfónica de más de un centenar de músicos.
Como buen poema sinfónico, Sinfonía Alpina consta de un solo movimiento en el que se entrelazan un leitmotiv que se escuchará en diferentes evoluciones durante toda la obra, que responde a cada una de las distintas partes de la jornada, al modo de la llamada música programática o descriptiva que tiene en el Así Habló Zarathustra del propio Strauss uno de los ejemplos más relevantes.
A medida que avanza, la obra nos va descubriendo los fragmentos de una jornada inspirada en un hecho real de la vida del autor acaecida en los Alpes bávaros, posiblemente mientras disfrutaba de la mansión que se había hecho construir, gracias a los dividendos de su exitosa ópera Salomé, en Garmisch-Partenkirchen, ciudad hoy conocida por la emisión televisiva en riguroso directo de los afamados saltos de esquí el día de Año Nuevo. El día avanza a través de 22 etapas perfectamente descritas en sus nombres, desde antes del alba, cuando todo comienza al pie de la montaña, continuando con la ascensión coincidiendo con un espectacular amanecer, hasta la cima y posterior descenso, con tormenta, una idílica puesta de sol y de nuevo, la noche, cerrada y apacible. Una jornada completa que comienza y concluye en la oscuridad de la noche.
En la cima se produce el punto culminante del día, expresado en el momento más impactante, épico y expresivo de la obra, un monumental tutti orquestal que hoy os traemos en la magistral interpretación de la Orquesta Filarmónica de Berlín, dirigida por el director de orquesta ruso Semión Bychkov.