Giacomo Puccini
Classical

E lucevan le stelle. Giacomo Puccini

La hora ha pasado… E lucevan le stelle, una de las arias más hermosas jamás cantadas.

La ópera Tosca fue compuesta por Giacomo Puccini, con libreto de Luigi Illica y Giuseppe Giacosa y estrenada el 14 de enero de 1900 en el teatro Costanzi de Roma. La escena trascurre en el Castillo de Sant’Angelo de Roma, construido hacia la mitad del siglo II como mausoleo del emperador Adriano. Desde 1277 se conecta con la Ciudad del Vaticano por el Passetto di Borgo, un corredor fortificado de 800 metros por donde huían los papas, como lo hizo Clemente VII huyendo de las tropas imperiales de Carlos I de España durante el Saco de Roma de mayo de 1527. Mausoleo, castillo, pero también prisión.

El Castillo de Sant’Angelo es la prisión del pintor Mario Cavaradossi, personaje de ficción que protagoniza la ópera, encarcelado durante la invasión napoleónica de Italia a finales del siglo XVIII.

Amanece en Roma. El carcelero le comunica al reo que lo van a ejecutar y le queda una hora de vida. En ese momento, el pintor ruega poder escribir unas breves líneas de despedida a su amada Tosca, demanda a la que accede a cambio de un anillo. Típica y trágica historia de amor en la que siempre hay un malo, en este caso llamado Scarpia, jefe de la policía, que reclama el amor de Tosca a cambio de la vida de su amado y a la que finalmente traiciona.

En esas trágicas circunstancias se escribe una de las páginas más bellas del bel canto y una de las arias más hermosas jamás cantada, E lucevan le stelle, que, comenzando con un melancólico sólo de clarinete, dice

E lucevan le stelle…
Ed olezzava la terra…
Stridea l’uscio dell’orto…
E un passo sfiorava la rena…
 
Entrava ella, fragrante,
Mi cadea fra le braccia…
Oh! dolci baci, o languide carezze,
Mentr’io fremente
Le belle forme disciogliea dai veli!
 
Svanì per sempre il sogno mio d’amore…
L’ora è fuggita…
E muoio disperato!
E muoio disperato!
 
E non ho amato mai tanto la vita!…
Tanto la vita!…
 
Y brillaban las estrellas,
Y olía la tierra,
Chirriaba la puerta del huerto,
Y unos pasos rozaban la arena…
 
Entraba ella, fragante,
Caía entre mis brazos…
¡Oh, dulces besos! ¡Oh, lánguidas caricias,
Mientras yo, tembloroso,
Sus bellas formas desataba de los velos!
 
Desvaneció para siempre mi sueño de amor…
La hora ha pasado…
¡Y muero desesperado!
¡Y muero desesperado!
 
¡Y jamás he amado tanto la vida!
¡Tanto la vida!