Fue su convicción de que el hombre se había alejado de la Naturaleza y que eso era malo lo que hizo que Rousseau, en su Discurso sobre las ciencias y las artes, sostuviera que las artes son un lujo improductivo que corrompe al hombre. Con la argumentación de El buen salvaje que lo acompañaría durante toda la vida, Rousseau arremetió contra los compositores de la generación anterior y particularmente contra Rameau, el sabio compositor que en una de sus facetas estudió la música desde la física y la acústica. Y también inventó y sistematizó la armonía moderna, cosa que Rousseau, para el que la música no debía ser más que una simple y pegadiza melodía, no podía perdonar.
Contemporáneo de Rameau, Georg Philipp Telemann compuso los llamados Cuartetos París durante el viaje que realizó a la ciudad en los años 1737 y 1738. Los concibió en dos series, una primera aparecida en Londres y publicada posteriormente en París y otra titulada Nuevos cuartetos en seis suites, pensada para ser interpretada por el propio Telemann al clave acompañado por los virtuosos de la época, el flautista Blavet, el violinista Guignon y Forqueray a la viola da gamba. Cada uno de los doce se compone de una Suite compuesta por un preludio introductorio seguido de cinco movimientos con una clara influencia de la música francesa, lo que marca un contrapunto respecto a la música italiana dominante por aquellos años.
Eso si, no podrá negarse que los cuatro instrumentos dialogan entre ellos con el clave que actúa de continuo creando una simple y pegadiza melodía. Algo que no sabemos si le gustó a Rousseau, aunque a estas alturas tampoco nos importa.