Haydn fue durante gran parte de su vida el músico de cámara de la acaudalada familia austrohúngara Esterhàzy, verdaderos amantes de la música, a los que les debe gran parte de su fama, pero que lo mantuvieron atado a una corte bastante aburrida. Hasta que en septiembre de 1790 falleció el Príncipe Nikolaus y su sucesor, Paul Anton Esterhazy, resultó ser un hombre sin el más mínimo interés por la música, que despidió a la orquesta y jubiló a un Joseph Haydn que rondaba los sesenta años.
Para entonces, todo el mundo quería conocer a aquella celebridad y, seducido por la propuesta del empresario y violinista alemán Johann Peter Salomon, marchó a Londres para dirigir sus nuevas sinfonías con una gran orquesta. En Inglaterra, Joseph Haydn entrará en contacto con muchos músicos, entre ellos algunos trompetistas que investigaban en diseños que superasen las limitaciones de la trompeta natural, como la trompeta de varas o una trompeta de plata con agujeros construida para la orquesta personal del rey Jorge III que mejoraba la afinación y permitía tocar notas adicionales.
A mediados de 1792, a su vuelta a Viena, traería de Londres información de primera mano sobre el desarrollo del instrumento. No tardaría en contactar con un buen amigo suyo, el virtuoso trompetista del Cuerpo de Trompetistas del Teatro y la Corte Imperiales, Anton Weidinger, que había creado una trompeta de llaves, lo que incendió, aún más, la curiosidad de Haydn que se lanzó a componer la que sería su última obra concertante, el Concierto para trompeta, estrenado el 22 de marzo de 1800.