Bolero. Maurice Ravel. 1
Classical

Bolero. Maurice Ravel

A la memoria de Fernando Argenta.

No lo conocía, pero lo conocía. Desde casi siempre. Dicen que formó parte de un conjunto pop de éxito de los sesenta, pero en mi caso desde que en la primavera del 76 comenzó a colarse en mi casa a través de la tele. Esa que empezaba tarde, veíamos en blanco y negro y tenía dos cadenas que se veían mejor o peor en función de la orientación que tu padre, o alguien –quién sabe si el azar- le dieran cada día. Esa en la que la música clásica estaba representada por una cohorte de tipos adustos y generalmente malencarados que tocaban piezas interminables, un aburrimiento que nadie entendía, que nadie explicaba, que importaba un auténtico pimiento y que rara vez se escapaba a un cambio al UHF, por si acaso ponían otra cosa y teníamos la suerte de dar con Jiménez del Oso, Carmelo Cabrera, Buscató o qué más daba.

Aquella primavera vi por primera vez a aquel joven rodeado de niños que con lenguaje llano y ameno explicaba lo normal y lo bella que es la música clásica. Y me atrapó. Después de ver con atención algunos programas, me di cuenta que ese tío era un fenómeno, que aquello no era casualidad, que estaba currado, que era un plan definido con antelación por ese tío, el que hilvanaba cada programa con sabiduría, amor, pasión y mucho, muchísimo humor. Y a muchos, nos enseñó a amarla, a que nos cautivase la idea de escuchar lo bueno, a defenderla, a reivindicarla. Tiempo después, vi que había introducido, al menos ya no lo recordaba, un fin de fiesta muy particular, los niños en pie clamaban enajenados ¡Viva la música clásica!. ¿Qué locura inimaginable era esa?. ¡Una maravillosa fiesta alrededor de Bach, Beethoven y Mozart!.

Que mejor que un flashmob para despedir a alguien como Fernando Argenta. Algo inusual, un poquito gamberro, realizado con inteligencia, pasión y mucho humor. Esos calificativos y más reunía ese joven desde el día que por primera vez lo vi, aquella lejana primavera del 76. Maestro, todo un honor haberte seguido. Hasta siempre.