A finales de 1700 el príncipe elector Federico III de Brandemburgo recibió a cambio de su amistad, la aprobación del Sacro Imperio para coronarse rey de Prusia con el nombre de Federico I. Como príncipe y como rey, Federico I dio gran importancia a las artes, entre ellas, la música, que ocupaba un sitio importante en la vida de la corte. Dejando a un lado el poco interés de su hijo Federico Guillermo por toda afición que no tuviera que ver con las armas, su pasión por las letras y la música la heredó su nieto, Federico II o Federico el Grande, compositor y flautista de mérito cuya pasión por la música convirtió a Berlín en una de las grandes capitales de la música de su tiempo, capitalidad que sigue manteniendo actualmente.
La relación entre Der Grosse König y Johann Joachim Quantz se remonta a 1728, año en el que Federico –siendo aún príncipe heredero- comenzó a recibir clases de flauta de Quantz. Estas lecciones eran ocasionales, dos veces al año, pues el compromiso del músico al servicio del rey de Polonia, Augusto II el Fuerte, no le permitía más. No fue hasta 1741 cuando Quantz entró a servir en la corte berlinesa bajo un razonamiento inapelable: unas condiciones económicas desorbitadas sin más obligación que trabajar para nadie más que el rey, que se convertiría a partir de entonces en amigo, patrono y mecenas. Desde entonces, pese a que en Prusia reinaba una gran tolerancia entre las diversas confesiones cristianas, cuando se trataba de música, quien osase profesar otra fe que no fuera la del sagrado Quantz podía darse por acabado. Tanto los gustos del rey como la música de Quantz representaban una nueva sensibilidad, un nuevo estilo marcado por la estética de lo galante que abandonaba deliberadamente al estilo severo anterior. Ese nuevo estilo abrió la época conocida como preclasicismo o clasicismo temprano, el Rococó, la plasmación de una suave belleza en la forma e intrascendente de el fondo que inmediatamente asumen las clases dominantes.
Junto a su labor como compositor e interprete, Quantz desarrolló también una importante labor didáctica que se plasma en una obra capital para el conocimiento y estudio de la música de su tiempo, el Ensayo sobre la enseñanza de la flauta travesera (1752). Uno de los tres grandes tratados de la época, junto al Ensayo sobre el verdadero arte de tocar los instrumentos de tecla de Carl Philipp Emanuel Bach (1753) y el Tratado completo sobre la técnica del violín de Leopold Mozart (1756). Como dato nada anecdótico recordaremos que el viejo Bach moría en 1750, fecha simbólica que cierra el Barroco musical.
En este contexto, es natural que las obras de Quantz escritas para el instrumento favorito del rey se cuentan por centenares. Entre ellas, esta Sonata a trío en do menor número de su catálogo QV 2:Anh.5, de la que hoy dejamos el primero de sus cuatro movimientos, Andante moderato. Una sonata de corte deliciosamente galante, simple dirían algunos, interpretada por Sofía Lubyantsev, Alexandra Mukovnya a la flauta.