La Danza de la Muerte es una tema iconográfico con la Muerte como personaje central que, mientras danza, inexorablemente arrastra a una relación de personajes representativos de las diferentes clases sociales. El gusto por lo macabro tiene su origen en el siglo XIII, y sobre todo a partir de la gran epidemia de Peste que asoló Europa en el siglo XIV y se relaciona con la idea que crítica la vanitas humana, advierte sobre el fin de las glorias mundanas, reprende sobre el cultivo de lo material y lo efímero de la vida terrena. Una vez codificado, el tema impactante de la muerte se adaptó a múltiples contextos, convirtiéndose en una de las manifestaciones de mayor éxito dentro de ese gusto por lo macabro que se perpetúa hasta hoy día.
El Llibre Vermell, así llamado por el terciopelo rojo con el que está encuadernado es una miscelánea religiosa copiada en la última década del siglo XIV y que se conserva en el scriptorium de la Abadía de Monserrat. Entre sus páginas se encuentra un cancionero musical compuesto por diez cantos sacros en latín, catalán y occitano, destinado a los fieles con el firme propósito de que evitaran las canciones vanas y los bailes poco honestos durante su viaje y estancia en Montserrat. Costumbre medieval tanto de clérigos como de feligreses muy extendida en toda Europa y ante la que reaccionaron varios sínodos y concilios.
De conformidad con el último acto de la vida, la última de las composiciones del libro es la versión musical de la Danza de la Muerte más antigua que se conoce, Ad mortem festinamus, Puesto que a la muerte corremos... (de pecar nos alejemos). Con ella os dejamos y con Jordi Savall, los solistas y coro de La Capella Reial de Catalunya y los músicos de Hespèrion XXI.