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Jumeirah Bodrum Palace, el nuevo califato del lujo

Abre sus puertas el último cinco estrellas del Egeo turco, un impresionante palacio digno de emperadores.

Bodrum se ha convertido en el reducto del lujo en el Egeo, desbancando a otros rincones más tradicionales como Santorini o Mikonos. Este rincón de la Turquía continental ha visto como, en apenas un año, ha abierto allí sus puertas el primer gran resort de playa de la cadena Mandarin Oriental, y ahora se suma una reapertura que no ha dejado a nadie indiferente: el del Jumeirah Bodrum Palace, en donde el concepto del lujo se eleva a la enésima potencia, como es habitual en la firma árabe.

Fue el pasado 1 de mayo cuando este macrocomplejo empezó a recibir a sus huéspedes. Sin embargo, no es un hotel nuevo como tal, sino que se trata de la reapertura tras unos intensos trabajos de rehabilitación del antiguo hotel Golden Savoy. Se mantiene la estructura en terrazas pero aquí todo se hace a lo grande, por lo que, en vez de ser un único edificio que va cayendo como en pendiente de terrazas de arroz, se trata de desniveles mucho más amplios, en los que son pequeños edificios los que se asientan en cada uno de ellos, como un abanico frente al mar (por cierto, tan turquesa y exquisitamente atrayente como siempre en este paraíso).

Se encuentra a 10 minutos de la ciudad de Bodrum y no hay rincón en donde no se haga ostentación del lujo más completo, una marca de la casa Jumeirah que da buena cuenta de qué tipo de cliente quiere atraer: los más adinerados. En sus suites no faltan grandes piezas de arte, esculturas y pinturas que se colocan junto a grandes muebles y detalles donde el dorado es el color estrella. En total son 135 habitaciones, once villas de lujo y una gran suite-palacio de 2.000 metros cuadrados (las más pequeñas tienen 90 metros cuadrados y son las Premium Suite, con vistas al mar y balcón privado).

Las villas cuentan con piscinas privadas y todas las habitaciones poseen su propia área de piscina, aunque también hay otras generales para todo el hotel, situadas en la última de las terrazas, frente a una playa que, por su difícil entrada, casi se podría decir que es exclusiva del hotel. Allí no faltan sombrillas, pequeñas zonas de ocio o cabinas para el spa.

Como buen resort, no faltan restaurantes variados. Eso sí, aquí todos son de altura, desde el libanés Al Nafoorah al italiano Fortunella, pasando por Gloriette, de cocina internacional, a un buffet de sushi; pasando por diferentes parrillas (una de ellas de estilo asiático). Y eso sin contar con su propia tetería, que acompaña las infusiones con los dulces de su obrador privado. Un deleite para todos los sentidos.

Disfrutar de este nuevo hotel es posible a partir de 300 €/noche.