Frente al Rijks Museum, uno de los iconos y lugares principales de la ciudad de Ámsterdam, se alza uno de esos hoteles cuya belleza va más allá de un cuidado diseño, un servicio especial y un mimo en cada detalle. Se llama Sir Albert y es toda una oda a la vida del 'gentleman', pero no a la de un club privado de caballeros, sino a la de ese hedonismo bien entendido que va más allá de sexos y que se ciñe a lo bueno, lo bonito y lo útil.
En el hotel gustan de decir que se trata de la 'actitud de la aristocracia moderna'. Con su toque de vanidad y una pizca de bohemia snob.
Se encuentra en el considerado barrio latino de la ciudad, en De Pijp, junto a calles que fueron el hogar de ilustres escritores, diseñadores, escultores... y se levanta en un edificio con mucha historia. De cuatro plantas, más la buhardilla de un gran techo a dos aguas, el que hoy es un hotel de lujo era en el siglo XIX una fábrica de tallado y pulido de diamantes, fiel reflejo de un comercio que tenía su epicentro en la no demasiado lejana Amberes.
Dentro se mantiene ese herencia decimonónica, pero con reparos. Es decir, no faltan rincones donde parece haberse detenido el tiempo, ni grandes ventanales, ni techos enormes... pero en las 90 habitaciones del Sir Albert (desde 325 €/noche) también está presente una arquitectura contemporánea utilitarista, que trata de maximizar el espacio, ser coherente con el gasto energético y que dota a las estancias de muebles cómodos y con un toque de vanguardia. Y esto lo aplica tanto a las suites de la buhardilla, con media docena de ventanas cada una, como a las más sencillas habitaciones dobles.
No es de extrañar que el establecimiento pertenezca a Design Hotels of the World, la asociación que engloba a la vanguardia del diseño. Y es que la apuesta que han hecho los propietarios por este toque singular es obvia, de la mano del estudio de arquitectura BK, uno de los principales y más galardonados de Europa. Es impresionante ver 'El estudio', una sala común pensada para hojear el periódico, tomar una copa, relajarse en un sillón mullido, leer un libro... E igualmente degustar algo en su restaurante japonés Izakaya, considerado uno de los mejores de la ciudad.
¿Acaso podemos resistirnos a ser huéspedes de Sir Albert?
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