No se deje engañar por su fachada. La doble pared cóncava de ladrillo inmaculadamente blanco formando una greca nos puede hacer pensar que estamos ante uno más de esos hoteles boutiques de lujo que se apuntan al minimalismo. Pero no, si por algo destaca The Parker, en la californiana Palm Springs, es precisamente por lo complejo y recargado de cada estancia. Y todo ello, sin resultar ni complejo, ni recargado. Doble bucle con tirabuzón.
Dentro del hotel, el color lo inunda todo. Lo hace en una declinación imposible de tonos tierra, naranjas, amarillos mostaza... y fucsias, los de los uniformes de sus empleados. El mismo lobby invita al relax, con profusión de cojines de lentejuelas y sofás, que se añaden a los objetos excéntricos de cerámica, los pozos de fuego de estilo árabe, los pufs... Imposible desentenderse de tal mezcla.
Pocos imaginarían un spa como el de este cinco estrellas en medio del desierto. Con aires neoclásicos, llama la atención la moqueta de intenso azul marinero de su entrada, así como los cortinajes de intenso azulina y las paredes. Es una burbuja dentro del hotel.
Así mismo, tampoco te esperas sus jardines. Con un césped muy cuidado, tiene buganvillas, fuentes de estilo marroquí e incluso una zona donde jugar a croquet y a petanca. Entre los árboles se han dispuesto asientos cómodos. Olivos y pinos, así como cientos de flores forman caminos en los que no faltan hamacas atadas a palmeras. ¿Magia? Sí, de Mr. Parker.
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