Con el viento a favor y más carga de la esperada. Así aterrizó su helicóptero en Mauricio, después de una rápida estancia en Madagascar, 900 kilómetros al oeste. Al fin comenzaba su particular reto, quince días desconectada de llamadas a deshoras, reuniones interminables y cumplidos que no dicen nada. Esta vez no podía fallar, no habría cancelaciones anticipadas ni conexiones a internet. Había escogido a conciencia el destino: Long Beach, un complejo hotelero de cinco estrellas que prometía no defraudarla.
Y no lo hizo. Dos semanas más tarde, ella regresó a Madrid, sonriente, relajada y pensando ya en su próxima desconexión en tierras mauricianas. Atrás quedaba su isla Playa, las cristalinas aguas del Índico, los corales bermellón y aquel estupendo resort de lujo y diseño contemporáneo al borde de la laguna.
En su interior 255 habitaciones, 29 de ellas familiares, se distribuyen a lo largo de una de las playas naturales más amplia y hermosa de la isla, situada en la costa este. Su diseño, inspirado en la Dolce Vita italiana, integra a la perfección modernidad y tradición local, creando ambientes de ensueño donde los colores pastel se entremezclan con la naturaleza más exótica. La música juega un papel importante en este complejo hotelero, llegando a escucharse hasta ocho atmósferas musicales diferentes, dependiendo de la zona en la que nos encontremos.
Dentro de su amplia variedad de alternativas disponibles, destacan sus actividades deportivas, su Spa Zen -donde también es posible disfrutar de exquisitos tratamientos de belleza- y su oferta gastronómica, liderada por el chef italiano con dos estrellas Michelín, Moreno Cedroni. Por todo ello, El Long Beach ha sido premiado en numerosas ocasiones, consiguiendo entre otros el galardón "Meilleur Resort 2011” que otorga la revista Hotel & Lodge.
Lujo exótico a orillas del Océano Índico. La tentación se ha trasladado al sur.
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