Entre las poblaciones de Písac y Ollantaytambo, paralelo al río Vilcanota, se cultivaba el mejor maíz durante el periodo inca. Era tal la riqueza de la zona que al valle que crearon los numerosos ríos, quebradas y torrentes que acababan en la corriente principal le dieron rango de lugar sagrado. Fue así como nació el que aún se conoce como Valle Sagrado de los Incas.
Puerta de entrada al camino que lleva cada día a muchos turistas a la ciudad de Machu Picchu, en esta zona se encuentra Ollantaytambo, de donde parte el tren que va a las ruinas. A media hora aproximadamente de allí, no muy alejado de Cusco y a la orilla del Vilcanota, se encuentra un hotel pensado para el relax y el disfrute de unas estupendas vacaciones recorriendo el pasado inca. Se trata del Aranwa Sacred Valley Hotel & Wellness, construido en las tierras de una antigua hacienda colonial del siglo XVII.
Lo primero que llama la atención del hotel son sus habitaciones, decoradas con estilo colonial (aunque también cuentan con otras para las que se ha elegido un interiorismo más moderno, de corte minimalista). En total, el complejo posee 115 habitaciones, 14 de ellas suites de diferentes tamaños, tanto Junior como Presidencial, pasando por otras intermedias.
Esta última es el colmo de la elegancia, con una gran puerta de madera y paredes sustituidas por vidrios para ganar más luz. Se compone de 500 metros cuadrados y diferentes ambientes para albergar dos dormitorios, jacuzzi con cromoterapia, comedor, sala de cine, piano de cola, sala de billar, sala de observación con telescopio, piscina... No es de extrañar que sea considerada una de las mejores suites del mundo por los expertos, rodeada, a su vez, de una pequeña laguna.
El complejo cuenta con diferentes restaurantes que están a la altura de la fama de la cocina peruana. La tradición andina está presente en los menús, así como el pisco. Además, hay que añadir un sushi bar y un restaurante exclusivamente vegetariano.
Dotado de su propio museo y galería de arte, hospedarse en el Aranwa es mucho más que una experiencia de paso para el turista interesado en Machu Picchu. Al contrario, se trata de parte del recorrido de un viaje inolvidable.
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