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Amanjiwo, perderse en la belleza de Java

En el corazón de la isla paradisíaca, un hotel donde el lujo y la quietud se unen para que disfrutemos de una experiencia única.

Borobudur es el monumento budista más grande del mundo. Levantado sobre una colina del centro de la isla de Java hace más de un milenio, es lamayor expresión de esta cultura acerca de cómo llegar al último estado de la perfección: el Nirvana. Se calcula que fue construido en torno al año 800 d.C., durante el reinado de la dinastía Saliendra. Durante siete décadas, se trasladaron cerca de dos millones de bloques de piedras a la colina, para después ser esculpidos allí bajo estrictas órdenes de diseño budista.

A poca distancia de allí, otro nirvana se prepara a diario. No es en un templo, aunque sí que se podría considerar así, adaptado a nuestros días, al hotel Amanjiwo. Y es que todo en él es quietud, paz, tranquilidad... Perteneciente a la cadena Amán Resorts, es un espectacular edificio cuyo diseño parte precisamente del templo Borobudur, de ahí que cada rincón sea rico en detalles.

Lo primero que vemos en él es un monolito circular de piedra caliza con forma de campana. Después, un salón rodeado de columnas cuyas sillas y mesas están hechas de bronce y madera de cocotero. Es el lugar perfecto para un cóctel preparado en el bar que está justo al lado. El comienzo de unas vacaciones únicas.

En las paredes destacan dibujos de escenas budistas, templos, volcanes... Y no faltan paisajes, aunque mucho mejor verlos in situ, desde las terrazas, especialmente a las horas del amanecer y el atardecer. Entre medias, nada como relajarse en su inmensa piscina de 40 metros, en un espacio rodeado de árboles. O en su spa, donde no faltan tratamientos locales, rituales curativos e incluso un Mandi Lulur, el ritual de belleza con el que preparan a las novias en Java.

Con 36 suites, la decoración de estas estancias está a la altura de las zonas comunes. Puertas correderas de cristal, pinturas antiguas, paredes de piedra caliza, muebles de madera de cocotero, bañera al aire libre, camas elevadas, jardín privado... Y todo eso a pocos kilómetros de un paraíso budista. Qué más e puede pedir.