Klevan es un pequeño pueblo del noroeste de Ucrania. A medio camino entre las ciudades de Lutsk y Rivne, sus visitantes se quedan maravillados ante la iglesia del siglo XVII, aún en pie con sus dos grandes torres, así como con las ruinas del castillo de la princesa Czartoryskyh, con uno de los viaductos más extremos e interesantes del este de Europa.
Pero si por algo acuden aquí cientos de turistas es por poder fotografiarse dentro de uno de los viaductos más originales del mundo: el Túnel del Amor. Klevan tiene estación de ferrocarril desde el siglo XIX. Se trata de un edificio pequeño, de madera, donde para un tren que, cada día, para acabar en su destino, cruza un vórtice de impresionante color verde, un túnel formado exclusivamente por vegetación cuya belleza no tiene igual.
Su formación, de hecho, no es casual. Se trata de una interacción entre hombre y naturaleza, ya que el hueco no se encuentra creado ex profeso, sino que es la propia vegetación la que ha ido tejiendo el hueco necesario para crecer sin molestar a la gran mole de hierro.
El túnel, de poco más de 100 metros, es tan romántico que el bautismo con ese nombre casi se considera obvio. Caminar por él obliga a llenar prácticamente la cámara de fotografías únicas, en un paisaje que parece artificial, como si si se trata realmente de un decorado. Son tres los trenes que lo cruzan y se dice que, si uno pasea con la persona a la que ama por este túnel y pide un deseo, éste se hará realidad.
Motivo de sobra para que acudan parejas de toda Ucrania para inmortalizar su romanticismo y, de paso, tentar a la tradición. Eso sí, para llegar, pocos se libran de las seis horas y media de trayecto que une por tren Kiev con Klevan... Menos mal que la belleza del lugar y, sobre todo, del túnel, merecen la pena.
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