Una elevación a 1.100 metros sobre el nivel del mar, a medio camino entre la antigua ruta que unía Amman y Jerusalén, fue el lugar escogido por el ejército macedonio de Alejandro Magno para fundar Salt. Dedicada desde entonces, y hasta ahora, a la agricultura, es un destino indispensable para quienes quieran conocer la auténtica vida del interior de Jordania, así como una de las ciudades más dinámicas, además de la capital.
Los amantes de la arqueología tienen yacimientos aquí para darse un festín. De hecho, nos encontramos en una de las áreas más importantes de todo el valle del Jordán, por la que pasaron romanos, bizantinos, mamelucos y otomanos. Estos últimos fueron los que dotaron a Salt de su urbanismo actual, en el que destacan sus calles angostas y sus casas amarillas de arenisca. La mansión Abu Jaber, de principios del siglo XX, con vidrieras y frescos italianos, es el mejor ejemplo de hogar de comerciantes ricos.
Por supuesto, imposible marcharse de aquí sin visitar la ciudadela romana, con tumbas romanas descubiertas no hace muchos años, así como la fortaleza del siglo XIII. No faltan sus calles comerciales, como la calle del Hamam, así como centros de artesanía y cerámica y un museo de Arqueología e Historia.
Situada a pocos kilómetros de Amman, basta un paseo en coche para llegar y disfrutar de esta testigo de la Historia de la Humanidad. Una buena elección antes de probar las aguas del mar Muerto.
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