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Bajo la piel de un caserío vasco

Uno de los caseríos que salpica el verde paisaje de Urdabai es el hotel Aldori Landetxea, miembro de Rusticae.

La reserva de la biosfera de Urdabai es una región en la vertiente atlántica del País Vasco, protegida por el Golfo de Bizkaia. Acantilados, bosques y playas son un marco inconfundible de una de las concentraciones naturales y paisajísticas más bellas del norte de la cornisa cantábrica. Una de sus principales peculiaridades es que no se trata de un territorio puramente natural sino que la huella del ser humano y la relación con sus habitantes la ha convertido en un núcleo rural basado en economía de subsistencia. Después de más de dos décadas de lucha y cuidados por la conservación del paisaje y uso racional de los recursos, la zona sigue trabajando por la protección de la diversidad biológica.

Uno de los caseríos que salpica el verde paisaje es el hotel Aldori Landetxea, miembro de Rusticae. Se trata de un hotel que engaña por sus apariencias y que se mimetiza con el entorno. Si de puertas para fuera parece un caserío vasco más de arquitectura tradicional, en su interior esconde un diseño vanguardista y poco común en los alojamientos de la zona. Según cuentan, el hotel no es perfecto en su apariencia y pese a estar rehabilitado, pero lo verdaderamente extraordinario es cómo las personas que han pasado por la casa dejaron su huella en ella.

¿Cuál es esa historia? Los detalles en el diseño van desvelándola poco a poco… Nada más entrar un tapiz con la imagen de Kennedy y la Casa Blanca ilustra la pared del comedor. Son muchos los elementos de la cultura estadounidense que se integran de forma inesperada en el ambiente. Todo se trata de un homenaje personal al abuelo de la familia y su vida como mercante de navío para los Estados Unidos. Sus rutas marítimas le llevaron a cruzar medio mundo hasta Vietnam, en las épocas de mayor calor. Mientras tanto, el pasillo de acceso a las habitaciones está cubierto por una réplica de las tarjetas de embarque que la tía María Rosa utilizó en 1947 para regresar de Nueva York a Bilbao.

De esta forma, las seis habitaciones bajo la piel de caserío tienen protagonistas como un cabecero de alabastro iluminado o la letra de canciones como “Stairway to Heaven” de Led Zeppelin en las paredes. De todas ellas destaca la suite, con 62 metros cuadrados de comodidad y culto por el detalle. Especialmente equipada con jacuzzi e hidromasaje para sibaritas de los hoteles. Desde sus ventanales se puede ver el bosque que envuelve al hotel en un verde cada día más luminoso. Definitivamente, el norte de España siempre da más de lo que pide…