Cuando Lars Norén comenzó a escribir Demonios a principios de los ochenta, su universo literario ya había transgredido y superado su lado más salvaje, los escenarios más sórdidos, los personajes más violentos, la criminalidad, la humillación y el sexo duro. Autor precoz —escribió su primer texto teatral a los 19 años—, polémico y prolífico, Norén ha experimentado todas las disciplinas literarias. Desde la poesía a la novela, ha pulsado casi todas las teclas de la ficción. Aunque sus obras más aclamadas son las de corte social, comprometido y cruel, sus últimas creaciones se mueven en entornos intimistas, introspecciones profundas y diálogos internos muy cercanos a la lírica.
Pese a todo, su faceta dramática es tal vez la más conocida a nivel mundial. Tanto que ya la crítica lo eleva a la cota de Strindberg. No sólo por la cantidad de las representaciones teatrales de sus obras fuera de los circuitos escandinavos; también por la calidad de las mismas que evocan voces tan potentes como Ibsen, O’Neill o Albee.
Los demonios pertenecen a la intimidad de cada uno pero…
¿ Te atreves a poner a prueba los tuyos?
El Teatro Galileo estrena Demonios, la historia de cuatro escrita por Lars Noren y dirigida por Julián Fuentes Reta. Se trata de “uno de esos textos que trasciende nacionalidades, generaciones, estilos, a través de una herida común y su capacidad para mostrarla”. Son palabras del director de una obra —traducida al español y adaptada por Francisco J. Uriz— que cabalga entre el humor negro, el desencanto y el surrealismo urbano del siglo XXI. El texto es puro Norén: sencillo y brutal, tierno y salvaje.
Katarina y Frank llevan nueve años juntos. Su vida transcurre en el ambiente más acomodado y selecto de Estocolmo. Aparentemente todo les sonríe y carecen de motivos para sobrellevar una existencia gris. Sin embargo la dichosa rutina, el glacial día a día se ha apoderado de su relación. Como la de tantas otras parejas que, superados los treinta y tantos, entran en una espiral de agresividad verbal lo bastante importante como para darle vidilla a su relación adormecida, nunca lo suficientemente violenta para desatar un conflicto sin retorno. O sí.
La idea no es otra que la eterna insatisfacción de este tiempo: quiero ser yo y quiero ser todo a la vez. En esa tensión continua vivimos y nos seguimos persiguiendo en círculos cada vez más cerrados, sigue Fuentes Reta que monta la escena en tonos minimalistas para resaltar el detalle, el silencio, la acción turbulenta, la exasperación, la crisis. Franz llega a su casa de diseño con las cenizas de su madre en una bolsa. Katarina pronuncia una frase cruel. El carrusel comienza a girar, las heridas a abrirse, los objetos a volar.
Los diálogos son duros, añade el director. Jenna y Tomás, sus vecinos, se aburren de otro modo. Su insatisfacción proviene de otras obsesiones y, aunque asisten a esa marabunta de reproches y tensiones no resueltas, sus realidades y deseos (ocultos) transcurren por otros cauces igualmente confusos. Si el clima de partida es incómodo, el desarrollo se torna surreal. Y la puesta en escena, magnífica, requiere del peso de cuatro actuaciones inmensas —Paola Matienzo, Alberto Berzal, David Boceta y Ruth Díaz— para lograr el éxito y la transmisión del mensaje de Norén. Una dura crítica a la sociedad capitalista occidental sin ambages ni moralinas.
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Demonios. Teatro Galileo. Hasta el 19 de marzo. De jueves a domingo a las 20:00 h.
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