La historia de Iván Mishukov transcurre durante los primeros años de la década de los 90. En la Rusia de Boris Yeltsin. La de los burócratas, los mafiosos y las migajas de los soviets. Mientras algunos aprovechaban la coyuntura para enriquecerse, aprovecharse del expolio y vivir en el exceso, la mayor parte del pueblo ruso sobrevivía como podía. Como lo han hecho siempre, a duras penas, entre el frío y la miseria.
Iván Mishukov sólo tiene cuatro años cuando decide escapar del infierno de abusos, palizas y alcoholismo en el que vive. Lo que le espera en la calles de Moscú es más de lo mismo: delincuencia, prostitución, drogas y tráfico de menores; manadas de niños abandonados que refugian del frío en los andenes del metro; pegamento para olvidar la soledad, el hambre, la violencia o sobreponerse a ella. Sin embargo, el pequeño Iván tuvo la “suerte” de toparse con una jauría de perros. Salvajes y abandonados como él, dormía, jugaba y compartía con ellos la comida que solía robar. A cambio la manada le protegió durante dos años de aquel rosario de trapaceros y delincuentes sin escrúpulos que brotaban como setas entre los desechos del régimen soviético.
Cuando las autoridades le rescataron, su proceso perruno se había consolidado. Había cambiado la palabra por el aullido, la crueldad por el amparo. Había descubierto en los perros la humanidad que las personas le negaron. Mi alma es la de un perro. Todos los humanos mienten, los perros no mienten ni inventan historias, es una de las frases más sobrecogedoras que pronuncia Iván en la obra de teatro Iván y los perros. Escrita por una jovencísima Hattie Naylor poco después de que la historia saltase a los medios, la obra narra el periplo del pequeño Mishukov. Podría ser el argumento de una ficción. Pero no. Se trata de un hecho real tan conmovedor e impactante, nacido de la miseria y la barbarie.
La miseria engendra miseria y las crisis, más que oportunidades, son caldo de cultivo para la deshumanización, explica Víctor Sánchez Rodríguez. El director de la versión española del texto de Hattie Naylor encara la crudeza sin refocilarse en la exageración ni el melodrama. Como el protagonista, Nacho Sánchez quien, tras su magnífico trabajo en La piedra oscura, afronta por primera vez en su carrera como actor el reto del monólogo. Desde la edad adulta, reconstruye la odisea de Iván, alternando el presente con el pasado sobrecogedor, la narración en primera persona con la interpretación.
+
Iván y los perros de Hattie Naylor. Teatro español. Madrid. Hasta el 18 de junio 2017. Encuentro con el público: jueves, 8 de junio. Dirección: Víctor Sánchez Rodríguez. Intérprete: Nacho Sánchez. Producción: La Pavana Compañía Teatral.
Galería de imágenes
-
1
-
2
-
3
-
4
-
5
-
6
-
7