Decía mi abuela que todo está inventado. Nunca terminé de estar de acuerdo con esa afirmación, salvo en una cosa: las historias, las tragedias, los dramas, las victorias, los amores, las pasiones de esto que hemos terminando llamando humanidad. Es eso no hemos cambiado casi nada. Seguimos odiando y amando, deseando y traicionando, ansiando o despreciando prácticamente lo mismo desde hace milenios. Puede que cambien las formas, pero no los fondos.
Para tener otra prueba de ello, no hay cosa más fácil que acercarse a Sevilla y su Teatro Romano de Santiponce y asistir a la representación de Medea (La Extranjera) a cargo de la Companía Atalaya dirigida por Ricardo Iniesta. La obra, como bien indican sus paréntesis, ahonda en el drama que supone ser extranjero, buscar algo que es sólo un reflejo de lo que se termina encontrando, las relaciones entre los dos mundos que son el dejado y amado y el anhelado y sufrido. Siempre hay extranjeros, incluso nosotros mismos lo somos en algún momento, pero nadie quiere serlo. Lo clásico y lo contemporaneo se unen a si en una representación que ha sido premiada numerosas veces en la escena internacional.
Muy recomendable también seguir la pista a la gira de la Compañía Atalaya a través de su web, con próximos montajes en Palencia (La Celestina), Castellón (Madre Coraje), o Huesca (de nuevo Madre Coraje). Teatro innovador y diferente, toda una apuesta.
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