Escena

Maribel y la extraña familia

Reposición en el Teatro Infanta Isabel de Madrid de Maribel y la extraña familia, todo un clásico del teatro de Mihura.

En esas conversaciones de bar, birra o café que a veces mantenemos con nuestros amigos más antiguos o con los que nos son contemporáneos, no es extraño que salga a relucir la relación que manteníamos con la TV en nuestros primeros años, aquellos que van desde los primeros años 70 hasta el nacimiento de las televisiones privadas. Se te juntan la nostalgia y cierto orgullo al comprobar que lo que parecía una carencia, el hecho de tener tan sólo dos cadenas, ha terminado por ser en muchos casos una ventaja. Y es que estoy seguro que mi relación con el cine clásico no hubiera sido ni tan temprana ni parecida que la que tuve por pertenecer a esa generación crecida a la sombra de los Ciclos de la 1, La Clave o las películas de aventuras de Errol Flynn o Gary Cooper. Y además, estaba Estudio 1.

Estudio 1 fue el programa de teatro de la Televisión Española. Más de 400 obras de teatro representadas y emitidas. Todo el mundo de mi generación se acuerda de, por ejemplo, 12 hombres sin piedad, o de 4 corazones con freno y marcha atrás, o de la obra de Miguel Mihura Maribel y la Extraña Familia. Adaptaciones muy cuidadas y con lo mejor de los actores para representarlas. Simplemente, ahora no hay nada parecido en la multitud de canales que nos asolan. Y lo triste es que si lo hubiera, lo mismo nadie lo veía.

Así que me ha alegrado sobremanera la reposición en el Teatro Infanta Isabel de Madrid de Maribel y la extraña familia, una de esas obras, todo un clásico del teatro de Mihura y uno de sus grandes éxitos, tanto en aquellas emisiones de Tve como desde su estreno en los escenarios a finales de los 50, con adaptación cinematográfica incluida. Humor de alta escuela y teatro del de siempre, en una adaptación dirigida por Gerardo Vera y con Lucía Quintana, Markos Marín, Alicia Hermida y Sonsoles Benedicto en los principales papeles. Todo un lujazo.

Una estupenda oportunidad para recordar viejos y buenos tiempos del teatro y, porque no decirlo, de nosotros mismos. Dos pájaros de un tiro, a lo que habría que añadir la sonrisa asegurada por Mihura. Buena velada.

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