A partir del 27 de mayo, el Teatro Real lleva de nuevo a escena Fidelio, la única ópera de Ludwig van Beethoven y, probablemente, la más compleja de la historia tanto por su estructura temporal y escenográfica como por la dificultad que encarna la interpretación de las partes cantadas. Una oda a la libertad consagrada a los ideales de la Revolución Francesa que cuenta con dos importantes nombres para alzar el telón: el maestro Hartmut Haenchen, especialista en el repertorio alemán, y Pier’Alli al frente de la dirección artística. Además de un reparto excepcional encabezado por Michael König y Adrianne Pieczonka en los papeles principales.
Aunque Beethoven experimentó con casi todos los géneros musicales del clasicismo y el romanticismo, lo de Fidelio fue una casualidad, un encargo del Theater an der Wien en 1803 sobre un texto ambientado en la antigua Roma —que el compositor cambió por la obra de Jean Nicolas Bouilly, Léonore ou l’amour conjugal, fait historique en deux actes et en prose mélée de chants—, que acabó suponiéndole casi una tortura. Te aseguro, querido amigo, escribía Beethoven a Jorge Federico Treitschke, que esta ópera me conseguirá la corona del martirio. Y es que para lograr el éxito, la partitura inicial tuvo que pasar por tres versiones en menos de diez años, siendo la de 1814, la definitiva y más profunda de todas ellas.
Y si todas las versiones aparecen sostenidas por un pulso sinfónico inaudito y sus voces tratadas como si el compositor quisiera romper sus límites, la última, aunque simplifica la trama y suprime fragmentos, alcanza la máxima intensidad de un lenguaje musical cuya interpretación requiere duras exigencias vocales. Porque el genio germano parte en todo momento de lo instrumental, convirtiendo la puesta en escena global en un verdadero reto.
Pero además, Beethoven mezcla en sus compases la ópera cómica, el melodrama, el singspiel, las piezas de salvamiento y la música sinfónica en un complicado itinerario que evoluciona de la comedia a la tragedia para regresar al estallido de luz que supone la conquista de la libertad. Así lo explica Pier’Alli que lleva a escena un montaje simbolista, despojado de elementos ornamentales donde el apoyo audiovisual es decisivo para reforzar los diferentes aspectos de una trama que encierra varias tramas.
A pesar de su tremenda complejidad, Fidelio es una de las cien óperas más representadas en el siglo XXI y la gran apuesta operística con la que el Real, a falta de dos citas más, cierra la primera temporada con Joan Matabosch al frente.
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