"¿Cómo un teatro de ópera puede pasar dos décadas sin programar una de las óperas más famosas de la historia?". Es la pegunta que se hacía Juan Matabosch ante la prolongada ausencia de Aída del escenario del Real. Una situación inaudita que el actual director artístico del coliseo madrileño ha zanjado con recreación de uno de los montajes más espectaculares de la famosa pieza de Verdi: el ideado por Hugo de Ana para inaugurar la segunda temporada del nuevo Teatro Real en 1998.
Se rinde así un doble homenaje por los 200 años de existencia del Teatro Real y los 20 desde que fue reinaugurado, al que se suma el reconocimiento especial a Pedro Lavirgen, uno de los tenores españoles más extraordinarios de su generación, que siempre ha bordado el rol de Radamès aunque nunca lo interpretó en el Real. Aida, continúa Matabosch, ha sido el caballo de batalla de las grandes voces verdianas de todas las generaciones. Por eso tiene todo el sentido del mundo dedicar estas funciones de Aida a Pedro Lavirgen, uno de los mejores defensores del repertorio más duro de la cuerda de tenor.
Desde el punto de vista compositivo, Aida refleja la veteranía de Giuseppe Verdi: su dominio de la escritura vocal y la orquestación para obtener efectos dramatúrgicos, la unión de momentos de recogimiento y de esplendor y la maestría a la hora de articular los coros. Todo ello unido a la veneración social de la época por el Egipto de los faraones y la intensidad dramática de la obra, la convirtieron en un pilar del repertorio operístico mundial. Desde su estreno en El Cairo en diciembre de 1871 —coincidiendo con la inauguración del Canal de Suez—, la ópera del compositor italiano determinó para siempre el concepto de monumentalidad y exotismo escénico.
El regreso al Teatro Real —entre los días 7 y 25 de marzo— de la producción de Hugo de Ana es un auténtico acontecimiento. El creador mantiene el poder simbólico del montaje aunque actualiza ciertos elementos escenográficos y parte del vestuario. Introduce además algunas proyecciones que enfatizan aún más la magnificencia de la puesta en escena.
Tres repartos se alternarán en la interpretación de los papeles protagonistas de Aida, secundados por el resto del elenco y por el Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real, bajo la dirección de Nicola Luisotti. Casi 300 artistas en total reviven durante 17 funciones el espectáculo visual, el fasto escenográfico, la exuberancia de las notas verdianas y, por supuesto, el amor.
Porque es este el gran motor de la obra de Verdi: un amor (el de Aída y Radamès) por encima del conflicto político, la ambición, las convicciones religiosas y la traición. Es un drama íntimo sobre un amor sacrificado a los intereses del poder, desarrollado, eso sí, en un contexto que evoca el esplendor de una civilización de la que se estaba descubriendo un legado indescifrable, supersticioso, ritual y espectacular, concluye Matabosch.
En torno a Aída se ofrecen múltiples propuestas culturales: cursos, exposiciones, conferencias, coloquios. También visitas guiadas a la cámara acorazada del Museo Arqueológico Nacional como “Cara a cara con las reinas de Egipto”o talleres infantiles y para adultos dirigidos a profundizar en las claves de la cultura egipcia y el contexto histórico de la composición de la ópera.
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