No es este título una frase hecha ni un argumento de la crítica teatral. Ya el propio Lope, en el prólogo a la edición de 1634, calificaba El castigo sin venganza como una “tragedia escrita al estilo español”. Tenía el genio del Siglo de Oro 69 años cuando escribió esta pieza magistral en 1631. Hay en ella una cierta sombra del paso del tiempo, un velo de desencanto y dolor enredado entre la belleza habitual de sus versos, esta vez teñidos de madurez y precisión.
La Compañía Nacional de Teatro Clásico recupera esta pieza, fundamental en la tragedia clásica española del Siglo de Oro y una de las obras maestras de la literatura dramática universal. La versión, firmada por Álvaro Tato y dirigida por Helena Pimenta, se mantiene fiel a la esencia del original. Aunque se han recortado algunos pasajes (por exigencias del guion) y retocado discretamente algunos otros, mantiene la potencia lingüística y la crítica implacable del autor.
Lope de Vega se enfrenta, mientras escribe la obra, a una serie de circunstancias personales angustiosas y a una situación laboral decadente —ya no son sus obras las reclamadas por el favor real, dramaturgos más jóvenes como Calderón llegan pisando fuerte—. Pero la genialidad de Lope no se rinde. Y aunque el texto refleja todo su desencanto, la potencia de sus versos resucita ese espíritu literario invencible que le acompañó durante toda su existencia.
Efectivamente, la trama “áspera y sin concesiones” construida por Lope conserva su profunda reflexión sobre el poder, la justicia, la responsabilidad, el amor y el deseo, ambientada en el contexto político de las ciudades-estado de la Italia de finales del quattrocento. Lope de Vega se inspiró en un suceso real de aquella convulsa etapa, protagonizado por Nicolás III de Este, Marqués de Ferrara, Módena, Parma y Reggio. Un déspota, claro está, como corresponde a la decadencia moral y los privilegios del personaje y la sociedad nobiliaria en la que actúa con total impunidad.
No es el duque de Ferrara el único que detenta el poder con semejante descaro. En ese universo de traiciones, hipocresía e infidelidades, el amor ilícito y adúltero de Federico —el conde, hijo bastardo del protagonista— con su madrastra Casandra les aboca de manera fatal a su autodestrucción. Y la sociedad, más pendiente de la apariencia y la fama, también contribuye (y propicia) la intensidad de la tragedia.
La CNTC aborda El castigo sin venganza como “un espejo trágico de la condición humana, que mantiene hoy la implacable vigencia del arte de la tragedia: un lúcido viaje a las sombras de nosotros mismos”, explica Pimenta. “Nadie se libra del cuestionamiento moral en esta corte de ambigüedades: el trío protagonista, Aurora, el marqués… y, por supuesto, Batín, un lúcido, lúdico, quimerista, desleal y agudo superviviente”, añade Tato.
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El castigo sin venganza, de Lope de Vega. Teatro de la Comedia. C/ Príncipe, 14. Madrid. Del 21 de noviembre al 9 de febrero 2019.