Entre los años 1892 y 1954, Ellis Island —ese trocito de tierra pegado Nueva York— fue el mayor centro de recepción e inspección de inmigrantes europeos en EEUU. La puerta de entrada a una nueva vida, pero también un centro de detención (desde 1924) donde la gente sufría miserias y penalidades. Es allí donde Davide Livermore idea el montaje de su versión de Manon Lescaut, la famosa ópera de Puccini, que acoge el Teatro del Liceo hasta el próximo 22 de junio.
Giacomo Puccini escribió la ópera en 1892 inspirándose en la novela L'historie du chevalier des Grieux et de Manon Lescaut, del Abad Prévost. Fue la tercera ópera del maestro italiano y su primer gran éxito, el que lo consagró como el “nuevo Verdi”. El Teatro Regio de Turín se levantó en pleno al finalizar aquella apasionada composición con claros tintes wagnerianos. Tal y como había presagiado el compositor y pese a la disconformidad inicial de Ricordi, su editor, la heroína de la historia se ganó el corazón del público y la crítica. Hoy sigue siendo una de las óperas más representadas y aclamadas de Puccini, que encontró en esta obra el equilibrio entre la tradición y la innovación, las convenciones nacionales y los matices extranjeros; conjugó pasión y melodía a la italiana, mientras que los rasgos alemanes quedaron diluidos en la intensidad emocional de los protagonistas.
En su nueva versión, Livermore sigue fielmente la partitura de Puccini. Sin embargo, traslada el inicio de la acción al año 1954, justo cuando se clausuró la Isla de Ellis como centro de inmigración. Un Renato Des Grieux ya anciano abre el primer acto evocando la intensa pasión vivida junto a Manon Lescaut. No es la primera que el director italiano emplea esta fórmula tan personal de narrar la historia empezando por el final. También la puesta en escena lleva su sello.
Vestuario de época en un escenario del siglo XX, la fastuosa residencia del banquero amante de Manon convertida en un prostíbulo o el cambio del Intermezzo que cierra el segundo acto al final del tercero son algunas de las libertades que se toma Livermore en esta propuesta contemporánea cargada de denuncia social sobre el trato degradante que recibe la inmigración —antes igual que ahora—, especialmente la femenina. No se trata de una reivindicación explícita. Davide Livermore, a través de la música de Puccini, convierte en metáfora la soledad, la desesperación, la tristeza, las renuncias de cualquier persona que se ve obligada a abandonar su tierra.
Los tenores Gregory Kunde, Jorge de León y Rafael Dávila se reparten el papel de Des Grieux, junto a las sopranos Ludmyla Monastyrska y Maria Pia Piscitelli en el rol principal femenino de esta coproducción entre el coliseo barcelonés, el Palau de les Arts de Valencia y el Teatro San Carlo de Nápoles.
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