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Zefiro Torna, oh di soavi accenti. Claudio Monteverdi

Un madrigal lleno de alegría e ironía que nos asoma al complejo mundo del Barroco.

En 1600, el crítico boloñés Giovanni Maria Artusi publicó un diálogo sobre las imperfecciones de la música moderna, en el que incluía nueve ejemplos tomados de dos madrigales de Claudio Monteverdi que había escuchado en una audición privada. Estos dos ejemplos no tenían sino leves diferencias con respecto a los originales aparecidos cinco años después en el V Libro de Madrigales de Monteverdi. Las graves acusaciones del crítico contra Monteverdi se fundaban en que violaban el ideal tradicional del buen contrapunto de Giovanni Pierluigi da Palestrina.

Como respuesta, Monteverdi echó mano de la noción de melodía de Platón, en la que la oratio debía ser el ama, no la criada, de la harmonia, de forma que podían infringirse todas las reglas, siempre al servicio de la expresión del texto. Monteverdi prometió que escribiría un tratado defendiendo este nuevo estilo de composición, texto que bajo el título Melodía, o la Segunda práctica musical quedó incompleto tras su muerte pero que suponía el texto fundacional de una nueva segunda práctica en contraposición a la primera práctica de Palestrina y sus contemporáneos. Así, su estilo se fue haciendo cada vez más intenso y dramático, cada vez más alejado del ideal renacentista, una nueva escuela que abrió el camino a una época nueva en la música que  más tarde se llamaría Barroco.

La nueva escuela de Monteverdi quería recuperar el recitar cantando de las tragedias griegas, dramas teatrales acompañados de instrumentos, danzas y coros. Esta escenificación y en gran medida la mitología griega, despertó la imaginación de los compositores que, por querer continuar con el espíritu renacentista que descubrió en las fuentes clásicas una fuente de inspiración, desarrollaron un estilo nuevo y una nueva forma de hacer música. De esa incesante búsqueda nacería finalmente una nueva forma de representación, la Ópera.

Muchoas años después de la polémica con Artusi, Monteverdi publicó el Noveno Libro de Madrigales en el que introduce Zefiro Torna, oh di soavi accenti, el segundo de los madrigales publicado con este título. Monteverdi compone esta obra para dos tenores y bajo contínuo, y adopta la forma de una ciaccona o passacaglia, siendo el primer caso conocido de un dúo vocal que usa como acompañamiento ese ritmo. De la variettas del primer renacimiento llegamos a la repetición rítmica que nos asoma ya al mundo del barroco.

Zefiro vuelve, y con dulces acentos
el aire encanta y libera a los pies de las olas,
y murmurando entre las hojas verdes,
hace bailar con su dulce sonido a las flores.

Con guirnaldas de cabello, Phyllis y Cloris
cantan canciones de amor, cariño y alegría
Y a través de los montes y valles, altos y profundos,
Redoblando la armonía de su canto en las cuevas.

Surge muy lenta en el Cielo la aurora del Sol
derrama luciendo el oro más brillante,
el manto celeste de Tetis con la más pura plata.

Solo yo por la selva solitario y abandonado,
el ardor de dos hermosos ojos, y mi tormento,
como exige mi fortuna, ahora lloran, ahora cantan.