Ya sólo el nombre de esta aventura musical, Vancouver Sleep Clinic, nos remite a un lugar lejano, de largos y fríos inviernos, un paraje aislado y solitario. Silencio. Un sitio en donde cualquiera podría encontrar el refugio perfecto para recuperar el sueño perdido. Quizás, más exactamente se debería decir los sueños perdidos, aquellos que no sólo nunca llegaron a realizarse y también los ni siquiera llegaron a brotar. Y su música suena así, onírica y etérea, impregnada con un suave tinte de dulce y serena melancolía, como el leve silencio de la nieve al caer, la luz tenue de la noche profunda. Leve, reposada, inmensa, silenciosa.
Vancouver Sleep Clinic es el alias que utiliza un joven de Brisbane, Australia, llamado Tim Bettinson. Poco después de cumplir los dieciocho años ya estaba provocando una gran convulsión entre aquellos, críticos musicales y aficionados, que escuchaban sus canciones. Tal vez porque resultaba muy impactante que alguien que era prácticamente un adolescente tuviera la capacidad para internarse en los rincones más apartados del corazón, para recorrer los sentimientos más escondidos, recuperar para sí las experiencias más profundas y traducir a música todas esas visiones.
Aunque Tim creció escuchando la colección de discos de su padre, entre los que había bandas como Eagles o Fleetwood Mac, su gran descubrimiento se produjo cuando escuchó el primer álbum de Bon Iver, “For Emma, Forever Ago”, o “Valtari”, el disco que en 2012 publicaron los islandeses Sigur Ros. Seguramente hay algo de estos dos ejemplos en su música, tal vez su aparente frialdad o es pequeña majestuosidad que acompaña a cada nota. El caso es que en ese momento surgió la idea de Vancouver Sleep Clinic y las primeras canciones de Tim. Sobre un poso de sintetizadores navega su aflautada voz, cercana al falsete y ligera como una lejana brisa que llega del norte. Una musicalidad que pica algo de la electrónica, del folk, del indie, unas gotas de soul, ¿folktrónica, quizás?
En octubre de 2014 Vancouver Sleep Clinic sorprendió a todo el mundo con la publicación de un EP autoeditado bajo el título de “Winter EP”, seis impactantes canciones de una excepcional belleza, desde “Collapse”, la pieza que abría el disco, o “Vapour”, los dos sencillos que había lanzado previamente a finales del anterior año, así como las nuevas “Flaws”, “Stakes” o “(Aftermath)”. Su nuevo single se titula “Killing Me To Love You” y salió al mercado el pasado 2 de septiembre a través de la multinacional Sony Music. Es sencillamente de una impresionante intensidad. Emocionante.
A la altura de la canción está el videoclip que realizado David M. Helman. El director ofrece una pausada concatenación de bellísimas imágenes, tomadas con una gran fotografía, de la que se ha encargado Steve Annis. Helman ya había demostrado su talento y su inclinación por la levedad de los cuerpos, la serenidad de la filmación y los espacios sobrecogedores en vídeos de James Vincen McMorrow, Vince Staples, Shura, Glass Animals, Dillon Francis o Moors. Una joven viaja suspendida en el aire por una carretera desierta atravesando parajes inmensos. Los pelos de punta. Todos, no falta ni uno.
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