Todavía sigue vivo y coleando el álbum “Beast Epic”, el último trabajo discográfico de la banda de Chapin, Carolina del Sur, Iron & Wine. Un disco de un altísimo nivel musical que le ha valido a Sam Beam, líder de la formación, su primera nominación a los premios Grammy como “Mejor Álbum de Americana”.
Esto último no debería ser ninguna sorpresa. Ninguna de las dos cosas, que Iron & Wine facture un disco sensacional (lo ha venido haciendo desde que publicó su primer LP en 2002), ni que se le reconozca los méritos que atesora su sexta entrega de estudio, “Beast Epic”. Bueno, quizás esto último sea un poco más llamativo, más que nada porque la industria parece empeñada en acabar con aquellos que se dedican a hacer música como algo bello y artístico y suele premiar a los que consideran que un disco debe ser un cubo de basura sonora y moral. Bien, todo bien. Cada uno ve las cosas como quiere.
En Loff.it, en donde consideramos que la música es un lujo y que como tal debe cuidarse y disfrutarse, ya anunciamos la llegada de este álbum justo el último día de la primavera de 2017. Es justo que, aunque aún quedan algunos huecos en el calendario, sea de nuevo Iron & Wine, Sam Beam y su música, quien nos traiga los primeros rayos de sol tras el frío del invierno. Sonidos cargados de dulce melancolía, del recuerdo de aquella primera decepción, del encuentro con una vida que está llena de matices, de momentos alegres y también de muchos sinsabores. ¿Quién no recuerda la sensación amarga de aquella primera vez y que ahora se tiñe de nostalgia e incluso os regala una sonrisa?
Sam Beam tiene una voz de puro terciopelo que utiliza a la perfección para penetrar de forma indolora hasta el fondo, hasta el rincón más perdido del corazón, y dejar allí una semilla que, más tarde o más temprano, nos regalará un puñado de emociones. Siempre actúa así. Siempre ha sido así con la música de Iron & Wine.
El video que acompaña a “Bitter Truth” es una auténtica delicia. Está dirigido por Hannah Welever y los créditos del mismo bien podrían ser los de una película. Grabado en el histórico Thalia Hall, Chicago, Illinois, el equipo técnico lo forman nada menos que 36 personas, incluyendo operadores de cámara, peluqueros, productores, directores artísticos, etcétera y sus correspondientes asistentes. En el capítulo de actores, aparecen hasta diez nombres y otros veintidós más como extras. Vamos, que hay películas con menos presupuesto pero seguro. Eso sí, el resultado final es brillante y la historia bonita. La contamos.
Sam Beam, el líder de Iron & Wine, está en el escenario cantando el solito con su guitarra acústica una preciosa canción (realmente maravillosa). Es la fiesta de un instituto, con chavales de unos quince años, incluso menos, sentados en sillas enfrentadas. A un lados los chicos y a otro las chicas. Nadie baila hasta que los profes se arrancan. Poco a poco cada cual va encontrando su pareja hasta que sólo queda una chica, la que parece ser la reina del baile, y un chico con un corazoncito azul purpurina pintado bajo el ojo. Se sonríen… pero ahí queda la cosa. “La vida ha terminado, pareces satisfecho mientras las flores de la tumba se pudren. Yo las llamo tuyas, tú las llamas mías. Algunos lo llaman `blue hablado´, algunos lo llaman la amarga verdad, algunos lo llaman vengarse con una canción”.
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