No hay espacio más íntimo y a la vez más infinito que el cuarto que se comparte con un hermano o hermana cuando eres pequeño. Allí es donde los sueños, los miedos y los secretos eran cosa de dos; donde la imaginación volaba conjunta mucho más allá de sus cuatro paredes. Como Jem y Scout, los niños de “Matar A Un Ruiseñor”, Lea y Quentin Mével compartieron habitación durante una infancia feliz llena de fascinantes aventuras, tesoros escondidos e importantes lecciones aprendidas. Vivencias, todas ellas, guardadas bajo llave en una cajita de recuerdos junto a objetos del pasado con incalculable valor sentimental. Un pequeño templo a la intimidad, la complicidad y la protección mutuas.
Es justo de ahí precisamente de donde parecen surgir las canciones de Honolulu, el dúo musical que los hermanos Mével han formado al reencontrarse en Barcelona. Reunidas en un primer disco homónimo, las nueve piezas dibujan un espacio seguro y confortable, cálido y envolvente, reproduciendo a escala musical aquella antigua habitación compartida, aquella cajita, y, de paso, permitiendo el acceso a ellas. La materia prima es un dream-pop artesanal de pura cepa Beach House, perfilado a base de guitarras de cristal, bajo y teclado, pero sobre todo apuntalado con la dulce voz de Lea.
El disco "Honolulu", grabado, mezclado y producido por Josep Vilagut en La Masía Music Lab, en Molins de Rei, es la primera referencia discográfica de Honolulu, publicada vía Foehn Records. Aunque su origen está en el post-shoegaze de finales de los 80, de proyectos como Cocteau Twins o Galaxie 500, hoy cuando se habla de dream pop es inevitable acordarse de Beach House. Y a Honolulu, que se dieron a conocer a raíz de su participación en la última edición del certamen de bandas noveles de Apolo, Bala Perduda, les va a costar también que se hable de ellos sin que el proyecto de Victoria Legrand y Alex Scally salga a colación. Quizá porque también son un dúo mixto y quizá también porque son, como Legrand, franceses.
Sin embargo, la propuesta de estos dos jóvenes residentes en Barcelona y procedentes de la capital de Normandía, Rouen, bebe también de otras fuentes: algunos proyectos tan a priori lejanos como The Growlers y Brian Eno, o Robert Wyatt. Por esa vía, de hecho –la de Soft Machine– llega otro de los nombres que pueden definir su universo y que, además, también son hermanos: The Fiery Furnaces.
Tras “Sparrows”, “Bats” y “Alfa”, el dúo presenta un cuarto vídeo para el tema “Boys In The Park”, también perteneciente a su álbum de debut. “Cada uno de nosotros tiene una parte oculta y oscura que no puede compartir con nadie. Algunos luchan toda su vida contra ella y otros ceden a la tentación y terminan abrazando unos hábitos extraños. “Boys in the Park” es una canción para los que (se) aceptan, para los que han deslizado”, afirman ellos mismos.
Este videoclip explora esa delgada línea que a veces separa un hábito extraño, una rareza personal que no compartirías públicamente, de lo que podría empezar a considerarse un problema, una patología o una costumbre peligrosa. La línea tras la cual se extiende, en todos nosotros, un lado oscuro. “Boys in the Park” explora la oscuridad desde su propia construcción instrumental: guiándonos de la mano de un bajo conductor cubiertos con un manto de teclado. También a través de la letra, que habla de un hombre al que le gusta mirar a los adolescentes jugar en el parque. Y por último, en la versión más soft del director Agus Verrastro, mediante un videoclip en el que lo más extraño es esa liberación del baile en el ambiente onírico de una bosque animado.
Bienvenidos a Honolulu
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