Esta es una canción de añoranza por aquellos viejos tiempos del salvaje 0este. “Coyotes” recuerda todo eso que ha desaparecido bajo el peso de los años y del progreso. ¿A dónde fue el joven Pancho Villa?, se pregunta el autor, Don Edwards. Y los vaqueros que dormían bajo las estrellas, los arrieros que conducían el ganado de un estado a otro, y los indios, y los bandidos y los lobos, y el vengativo Quantro, incluso Stan Watie, líder de la Nación Cheroquí, ¿qué fue de todo eso? El viejo vaquero, curtido por el sol, maldice entre dientes las carreteras, los coches y el petróleo que cambiaron su mundo por un inhóspito paisaje de asfalto y acero.
Cuando suena la voz de Don Edwards vienen a nuestra memoria las canciones de Kriss Kristoferson, de Merle Travis, del piel roja John Trudell, de Gene Autry, Willi Nelson o Michael Murphy. Forajidos todos. Cuando suena “Coyote” nos llegan imágenes de espacios abiertos y vírgenes, como aquellos que recorría Robert Redford en la ecologista película de Sydney Pollack “Las Aventuras De Jeremiah Johnson”. De hecho, el director de cine alemán Werner Herzog la incluye en su documental “Grizzly Man”, sobre la vida de Timothy Treadwell, el naturalista entusiasta de los osos grizzly que terminó siendo devorado por uno de ellos. Naturaleza en estado puro.
Aunque nacido en Boonton, Nueva Jersey, Don Edwards (1939) es un especialista en canciones de cowboys, de vaqueros de pura cepa. Su pasión por este mundo le llegó a través del cine y los westerns. Ahora es historiador, compositor y musicólogo. Su discografía es tardía, ya que primero trabajó en ranchos y rodeos y luego de actor, y extensa y dos de sus álbumes han sido incluidos en los archivos del folklore de la Librería del Congreso de los Estados Unidos. Es un estudioso de género. Por supuesto, sus méritos musicales han sido reconocidos y en 2005 ingresó en el salón de la fama de la Asociación de Música Vaquera.
Alrededor de la hoguera los jinetes mascaban tabaco y bebían café. Uno de ellos contaba, con muchas pausas y pocas palabras, una historia que una vez un tipo le contó. Tras un largo silencio, otro empezó a cantar “poo yip poo yip poo”. Y a lo lejos, los coyotes ladraban en la noche.
Was a cowboy I knew in south Texas
His face was burnt deep by the sun
Part history, part sage, part mesquit
He was there when Poncho Villa was young
And he'd tell you a tale of the old days
When the country was wild all around
Sit out under the stars of the Milky Way
And listen while the coyotes howl
And they go... poo yip poo yip poo
poodi hoo di yip poo di yip poo
poo yip poo yip poo
poodi hoo di yip poo di yip poo
Now the long horns are gone
And the drovers are gone
The Comanche's are gone
And the outlaws are gone
Geronimo is gone
And Sam Bass is gone
And the lion is gone
And the Red Wolf is gone
Well he cursed all the roads and the oil men
And he cursed the automobile
Said this is no place for an hombre like I am
In this new world of asphalt and steel
Then he'd look off some place in the distance
At something only he could see
He'd say all that's left now of the old days
Those damned old coyotes and me
And they go poo yip poo yip poo
poodi hoo di yip poo di yip poo
poo yip poo yip poo
poodi hoo di yip poo di yip poo
Now the long horns are gone
And the drovers are gone
The Comanche's are gone
And the outlaws are gone
Now Quantro is gone
Stan Watie is gone
And the lion is gone
And the Red Wolf is gone
One morning they searched his adobe
He disappeared without even a word
But that night as the moon crossed the mountain
One more coyote was heard
And he'd go, poo yip poo yip poo
poodi hoo di yip poo di yip poo
poo yip poo yip poo
poodi hoo di yip poo di yip poo
poo yip poo yip poo
poodi hoo di yip poo di yip poo
poo yip poo yip poo
poodi hoo di yip poo di yip poo.
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