Restaurantes

A la parrilla en El Pradal

El Pradal, de aquí su nombre, conecta el campo y la ciudad, a medio camino entre ambos.

Promete ser un imprescindible. Traer de vuelta un concepto de restauración olvidado. Una cocina tradicional, con un producto de primera que pasa, en su mayoría, por una espectacular parrilla de carbón de encina. Muy a la vasca, muy familiar, muy de siempre. Un local amplio y luminoso lejos del centro de la ciudad en el que los fines de semana no cabe un alfiler. Bienvenidos a El Pradal.

El Pradal, de aquí su nombre, conecta el campo y la ciudad, a medio camino entre ambos. Los conecta por su situación y por lo que ofrece, materias primas de mercado y extraordinaria calidad presentadas en su estado más natural: A la parrilla, vuelta y vuelta como suele decirse, con unos acompañamientos tan sencillos como unos fantásticos pimientos de piquillo, patatas fritas de corte casero o apenas unos ajitos y ligeras especias.

Hablamos de su estupenda selección de pescados frescos y carnes que maduran allí mismo. No diremos que son de otro planeta porque son del nuestro, pero bien podríamos recurrir a este lugar común para asegurar que están de muerte. El jugoso rodaballo, en especial, emociona, precedido por una selección de entrantes igualmente cuidados, como las croquetas de bogavante con salmorejo, los trigueros o una pequeña representación de mariscos.

La parrilla se lleva la palma, a la vista en el comedor superior de El Pradal. No hay que olvidar, sin embargo, su barra inferior de pinchos y su terraza, espacios en los que probar de manera informal otras suculentas opciones bien preparados por el chef Óscar Ureña, con larga trayectoria a sus espaldas en fogones vascos como los de Goizeko o Gaztelupe.

Los vinos completan una oferta redonda. Es difícil decantarse por una de las 140 escogidas referencias, curiosas muchas de ellas, nacionales e internacionales con un peso importante y nada habitual de buenos champanes. Los tés y cafés también tienen capítulo aparte. En El Pradal hay que dejar hueco para esa tacita con uno de los postres artesanos que salen de la cocina, como la mousse de cheesecake o las ligerísimas natillas.

¿Hacen falta más motivos para coger el coche y acercarse a la zona norte de Madrid? Seguro que no. La excursión, sin duda, merece la pena. El resultado no deja indiferente a nadie.