El restaurante Gioia se encuentra en pleno corazón de Chueca. Tiene un brillante Sol Repsol y la magia luminosa de la llanura piamontesa. En sus fogones, bajo la batuta de Davide Bonato, late la alquimia gastronómica del norte de Italia y se cocinan los sabores de la nonna aderezados con la creatividad vanguardista del chef.
Joya y alegría son las señas de identidad de este coqueto refugio piamontés de la calle San Bartolomé (Madrid) donde la tradición, la buena materia prima y la creatividad culinaria conviven en un ambiente familiar y cálido. Daniela Rosso se encarga de esparcir el espíritu y el hedonismo de la dolce vita italiana por cada rincón de la sala decorada con objetos antiguos y curiosidades preciosas.
Pues resulta que esta primavera, además de sus joyas habituales, la Gioia italo-madrileña se viste de kimono y nos sorprende con un nuevo menú degustación que incluye varios de los sabores tradicionales de China y del país del sol naciente. No es casualidad que Davidino —así le llamaban sus compañeros, cuando con tan sólo 16 años daba sus primeros pasos en Londres— se embarque en este viaje oriental. Él, que creció al calor del hogar de Il Convento di Trino, ya había experimentado el embrujo culinario de aquellas tierras. En Tokio, a bordo de Il Ristorante (primer estrella Michelin italiano en Japón) capitaneado por Luca Fantin. En Macao, con Riccardo la Perna, estrella en el Otto e Mezzo Bombana.
Como ellos, Davide Bonato rompe las fronteras entre el Piamonte, Madrid y oriente, y convierte su pequeña casa en un festival de creaciones con lo mejor de ambas latitudes. De Italia, el sabor de la simplicidad, la artesanía de la tradición gastronómica. De Japón y China el respeto por la naturaleza, el sabor de las estaciones, la delicadeza.
Otsukaresama, del japonés, Gracias por tu gran esfuerzo, rinde homenaje al trabajo bien hecho, a la complicidad, al compañerismo, a la familia, al amor que irradia cada plato. Y, obvio, a todos los matices y aromas culinarios orientales. Esta es la brisa que desprende el nuevo menú de Davide Bonato. La misma que se respira nada más cruzar la puerta de Gioia.
El Otsukaresama arranca con aroma a bosque: un bocado de trufa fresca con crema de queso robiola y shimeji sobre crujiente de arroz negro. El spaghettino templado con burrata, tartar de gambas rojas, cáscara de naranja, albahaca y reducción de crustáceos muestra cómo Bonato intercala la mejor materia prima de España. El atún rojo en forma de cubos marinados en salsa de soja, jengibre y vinagre balsámico de Módena defiende el juego mediterráneo/asiático con idéntica intensidad; al igual que la ostra del delta del Ebro aliñada con semillas de tomate de Sicilia y aguachile de rocoto, cilantro y lima.
El menú retoma la esencia oriental con una wagyu de Santa Rosalía a baja temperatura con salsa de atún, anchoas, alcaparras y un aromático toque de Crodino. Los capelletti de trigo estilo dumplin son una genialidad más del jueguito fusión. Se rellenan de cerdo ibérico, crema de setas de temporada, pak choi y se coronan con un aire de parmigiano reggiano. Como el magret de pato al vino de arroz Shaoxing, avellana piamontesa y cáscara de naranja. Un guiño al pato a la naranja que se servía cada domingo en la casa familiar de Davide.
Nota para los amantes incondicionales de lo italiano: no entren en pánico. La pura carta Gioia se mantiene intacta. No hay wagyu que haga sombra a la trufa Alba, ni pato que sustituya al Tajarin al Tartufo. Las joyas de la casa brillan con luz propia y no tienen intención de apagarse. Igual que el menú Tuber en honor a la reina del Piamonte.
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