Le gusta el rock y surfear. Sus platos tienen contenido marino, algo natural estando en una tierra como Galicia y en la sala no suena ese disco, tan traído y tan llevado, de los Rolling Stone en clave chill out; no, el que suena es Ben Harper. Porque Casa Solla tiene personalidad.
Su chef, Pepe, tomó el relevo familiar y hoy brilla con luz propia y una estrella Michelin. Con eso y con una naturalidad y humildad dignas de esas personas que, sencillamente, son grandes.
Su base de operaciones es un agradable restaurante de la localidad de San Salvador de Poio. De piedra en el exterior y minimalista interior, sus grandes ventanales dejan ver que fuera llueve y que las magnolias ya florecieron. Tomar asiento en el espacioso comedor, en el que las voces no distraen, es un privilegio empezando por la calma del entorno, ese otro ritmo que nada tiene que ver con el de las grandes ciudades.
Sin saber que éste sería su destino, siendo niño era testigo de la entrega de sus mayores a un oficio a veces tan poco agradecido. Desde la escalera de piedra, olía los pucheros, escuchaba el trajín de tanto ir y venir… Ahora, en la cocina y en la sala, trabaja con constancia para conseguir que Casa Solla siga siendo un referente. Que sea esa buena razón para escaparse hasta Pontevedra y ya en el postre, saborear clásicos de la carta como el souflé.
Pero antes habrán llegado, seguro, delicias en las que se aprecia la impronta de su entorno vital. Se trata de bocados tan exquisitos como la Sopa de ostras, huevas de merluza y caviar o la Gamba en caldeirada de curry y coliflor. Resultan excepcionales el Bogavante ibérico y la Merluza sobre un puré de tubérculos, ensaladas y ajada. Para acompañar y ensalzar los platos, es una buena elección vinos de la zona como los de Mar de Frades, empezando por su espumoso.
Pepe no recurre a ingredientes lejanos. Los tiene cerca, en el mar y en la huerta. De pequeños productores selecciona la coliflor y el repollo, el marisco y el pescado, o los quesos del país que sirve con dulces caseros como el membrillo y la compota de manzana.
Pronto, nos dirigimos rumbo a Pontevedra. Porque Casa Solla lo merece y porque es digno de reconocimiento ser una rara perla en el medio rural.
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