Hay restaurantes destinados a convertirse en templos de la gastronomía y Carbón negro cuenta con todos los ingredientes para ello: un cocinero excepcional -Gonzalo Armas-, productos frescos, de temporada, ecológicos y de alta calidad, recetas de siempre, un interiorismo cálido, luminoso y acogedor, una ubicación inmejorable -en pleno centro de Madrid- y una experiencia gastronómica única protagonizada por las clásicas tapas en la barra de mármol del bar y los mejores pescados y carnes a la parrilla en la mesa y a la vista porque las parrillas no se esconden en la cocina sino que ocupa un lugar destacado de la primera planta.
La carta de Carbón Negro es nacional, hija predilecta de nuestra rica gastronomía y los ingredientes con los que se representa en el plato proceden de los rincones de España donde resultan ser los mejores: los mariscos y pescados como el rodaballo o el rape llegan de las lonjas gallegas, los espárragos son de Navarra, los tomates son de verdad (de los que saben a tomate), las carnes son de proveedores madrileños y vascos y las verduras y hortalizas de las mejores huertas y siempre de cultivos ecológicos.
Con una gran carta y el mejor producto de temporada, el éxito se fragua solo en la cocina bajo la dirección de un chef que sabe tratar a cada ingrediente como merece y conquistarnos por la boca con platos como el rodaballo o el rape a la parrilla con su correspondiente sofrito, las cocochas a la brasa o al pil pil y solomillo o chuleta también a la brasa y al punto de sal con pimientos de Padrón o del piquillo y patatas fritas; todo eso después de que hayas pasado por la barra y abierto boca con unos encurtidos y una caña.
De Carbón Negro nadie se va sin haberse llevado un bocado dulce a la boca porque aquí a nadie se le castiga sin postre: ¿cómo negarte a probar la tarta de queso artesana, la de Santiago con helado de turrón o la de manzana con helado de vainilla?
Todo este despliegue gastronómico se riega con los mejores vinos y se despliega en un local amplio y luminoso, con madera en el suelo, piedra en la pared y una chimenea para completar un interiorismo al que por faltar no le faltan ni los árboles en las aceras a las que dan sus ventanas para que te sientas más como en un caserío vasco que en el corazón de Madrid.
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