El atardecer atraviesa la ventanilla del avión con una luz cálida. Diviso las nubes. Quizá sea un sueño algo personal pero, cómo me gustaría estar ahí, paseando entre ellas y disfrutando de toda la gama cromática que la luz, al atravesarlas produce. Tan acostumbrado al hormigón o el acero, sería interesante por un momento poder modelar a mi antojo ese conjunto de minúsculas partículas de agua en suspensión.
Algo así pudieron pensar los arquitectos Diller+Scofidio cuando proyectaron el pabellón “the blur building” para la exposición nacional en Suiza. Un edificio pensado para recrear precisamente esa ilusión: pasear entre las nubes para explorar desde dentro las numerosas variables espaciales que éstas nos pueden ofrecer.
El edificio está compuesto por una liviana estructura metálica de perfiles y cables, que se levanta sobre un lago y a casi 400 metros de la orilla. De esta manera el visitante puede intuir la nube a lo lejos, mientras pasea por una de las dos estrechas pasarelas que la comunican con la orilla.
Conforme avanzas la vas observando más claramente, el edificio se desvanece, apenas se aprecia la gran estructura y una gran masa blanca lo inunda todo. Por supuesto antes de entrar en su interior nos hemos puesto un chaleco especial que tendrá dos funciones: la primera es protegernos de las pequeñas gotas de agua. La otra es proporcionar unos efectos de luz programados que variarán, en función de la proximidad y afinidad que tengamos con otros visitantes.
En el interior sólo se escucha el ruido sordo de las 13.000 boquillas que toman agua del lago inferior para presurizarlas y transformarlas en micro-gotas de agua de 4 a 10 micras de diámetro. Un ordenador se encarga de ajustar la intensidad de la pulverización de éstas en función de las diversas condiciones climáticas de temperatura, humedad, velocidad y dirección del viento.
De esta forma la masa de la nube varía cada instante: cuando apenas hay viento, la imagen que se percibe desde la pasarela es la de una nube estática que flota sobre el lago. Cuando el viento se levanta, sin embargo, la nube se dispersa convirtiéndose en una bruma sobre el lago.
Uno de los puntos del recorrido interior te sitúa a algunos metros sobre la gran nube. Me viene a la memoria de nuevo esa sensación que se tiene cuando viajas en avión y miras por la ventanilla. Como en tu imaginación esas nubes acaparan toda tu atención y te transportan a otra dimensión, una dimensión en la que, a pesar de estar rodeado de gente, contemplas el horizonte a solas frente a la naturaleza.
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