Los tiene en esa historia suya que perdura en las calles, en los rincones, en el barrio de Santa Cruz, en los Alcázares, en la Plaza Nueva, en la Maestranza, en la Torre del Oro, en Sierpes, en los puentes de San Telmo y Triana, en la Catedral y su Giralda. Encantos reconocidos por todos, recordados por los viajeros y sentidos por los sevillanos.
Y luego tiene esos otros encantos que son de rincón escondido, de secreto o de secreto a voces, de grandes momentos de una intensidad sin tiempo. Algunos escondidos en las azoteas de la ciudad donde se conjura el calor del día y la densidad de la noche del verano, sobre las terrazas y tejados de viviendas, de hoteles que conjugan historia y vanguardia, en sus muros y diseños.
Así es el EME Catedral Hotel de Sevilla, lleno de encantos, ingenio, buen gusto y creatividad, de rincones que parece salvaguardar esa esencia de sumas de tiempo e historia. Y su terraza (el bar panorámico), el rincón, un lugar irrepetible en el que disfrutar de una cena o una copa nocturna a la luz de una Giralda tan cercana que parece poder tocarse, con su iluminación de noche. Una terraza y un mirador sobre la Catedral en pleno centro de Sevilla en la que se conjugan todos los elementos para la magia, para los momentos irrebatibles. El escenario, las estrellas, la ciudad, los cocktails, la mejor música electrónica… e incluso ese imperdible atardecer. Que abre la terraza desde las ocho de la tarde hasta la hora en que tu Cenicienta se tenga que ir -la una, domingo, lunes, martes; las dos los miércoles, las tres de la mañana el jueves, el viernes, el sábado-, a la que ofrecerle un banquete de deliciosos platos: Tartar de atún de almadraba y espuma de Wasabi; milhoja de foie mi-cuit, anguila ahumada, y manzana verde; corvina asada en su jugo con crema naranja y esparragos silvestres; solomillo de buey, patatas mini asadas con praliné de foie y frutos secos; presa ibérica a baja temperatura braseada con soja, salsa de sésamo y alcachofas.
A conocer Sevilla se le puede dedicar una vida, pero la terraza del EME es un imprescindible del anochecer.
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