Dice Pepa Gamboa que no está muy segura de no haberse metido a monja en un convento para señoritas con tal de no tragarse lo que seguramente le tenía preparado la sociedad del siglo XVII. No creo que sea la única mujer que se haya planteado semejante idea. Yo misma lo he pensado alguna vez. Desde luego hoy y en el mundo occidental suena más a ocurrencia que solución meditada. Sin embargo, en aquella época oscura era probablemente una de las mejores salidas para una mujer. Y lo fue para Sor Juana Inés de la Cruz.
No era la niña Juana una persona corriente ni lo fue después, de adulta. Juana de Asbaje y Ramírez nació en San Miguel Nepantla (México) en noviembre de 1648. A los tres años sabía leer y escribir, a los ocho soñaba con ir a la universidad disfrazada de hombre (ya se sabe que entonces, la mujeres no eran bien recibidas en los ambientes académicos). En veinte lecciones aprendió latín y con los esclavos de su abuelo la lengua náhuatl. Su primera loa, compuesta para fiesta del Corpus dejó boquiabiertos a quienes la leyeron. Sólo tenía cinco años.
Además de ese cerebro privilegiado, sentía aversión hacia el matrimonio. Así, tras ejercer como dama de compañía de la virreina Leonor María Carreto, decidió tomar loso hábitos: “para la total negación que tenía al matrimonio era lo más decente que podía elegir en materia de la seguridad de mi salvación”. Entre los muros del convento de Santa Paula, halló el espacio individual que buscaba. Allí escribió la mayor parte de sus poemarios y dos obras de teatro: Amor es más laberinto y Los empeños de una casa.
Pepa Gamboa dirige esta última para la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico. Versionada por Antonio Álamo, la obra es una comedia de enredos que gira sobre dos parejas de enamorados que no pueden estar juntos. Parece un topicazo de la época, pero en manos de Juana Inés de la Cruz, la pieza no tiene parangón pues la autora construye un mundo paralelo, un reverso femenino del masculino barroco, donde fulmina todos los cánones y estereotipos.
En la puesta en escena nos topamos con cuatro imponentes cuadros de Bartholomeus Spranger, un vestuario que mezcla épocas y una luz sugerente que brota de los lugares más insospechados. También se cruzan culturas, personajes que van y vienen y amores que se desgajan. La música en directo contribuye a intensificar las pasiones que ruedan por el escenario. Un laberinto caótico donde reina lo carnal, el ansia, la melancolía, la violencia y la ternura. Por supuesto, los pensamientos transgresores de Juana Ramírez de Asbaje.
Este es el tercer año de la IV promoción de La Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico que debutó hace dos temporadas con La villana de Getafe, de Lope de Vega. La Joven, además, cumple con el objetivo de ser cantera de profesionales que garantice la continuidad de la representación de los autores clásicos. Su formación en la especialidad concreta del teatro clásico exige, por un lado, el conocimiento de los textos dramáticos desde sus orígenes hasta el XX, su análisis e investigación en cuanto a forma y fondo y por otro, el entrenamiento en las destrezas necesarias: voz, prosodia, cuerpo, danza, emoción, pensamiento, sensorialidad, lucha escénica y canto.
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Teatro de la Comedia. Sala Tirso de Molina. Del 22 de febrero al 25 de marzo de 2018. Funciones: Martes y domingo: 17:00h. Miércoles a sábado: 18:00 h